Seguidores

jueves, 9 de diciembre de 2010

188 mártires japoneses.

Persecución contra cristianos en la India

Jacobo el Mayor ,murio diez años después de la de Esteban.


Jacobo era hijo de Zebedeo, hermano mayor de Juan y pariente de nuestro Señor (su madre Salomé era prima hermana de María). El rey Herodes Agripa, recién designado gobernador de Judea, quiso congraciarse con los judíos, por lo cual suscitó una intensa persecución contra los dirigentes de la iglesia.
Clemente de Alejandría dice que cuando Jacobo estaba siendo conducido al lugar de su martirio, su acusador fue llevado al arrepentimiento, cayendo a sus pies para pedirle perdón, profesándose cristiano, y decidiendo que Jacobo no iba a recibir solo la corona del martirio. Por ello, ambos fueron decapitados juntos. Así recibió, resuelto y bien dispuesto el primer mártir apostólico, aquella copa que él le había dicho a nuestro Salvador que estaba dispuesto a beber. Su muerte tuvo lugar el 44 d.C., diez años después de la de Esteban.

Perpetua,una joven cartaginesa de 22 años


Eran los días del Imperio Romano. Perpetua era una joven cartaginesa de 22 años, recién casada con un hombre de alto rango. Fue arrestada por no aceptar ofrecer sacrificios al emperador, como era costumbre entre los romanos. En esos días, ella amamantaba a su pequeño niño.
Estando en la cárcel, vino a verla su padre (no se tiene noticias de que su esposo la haya visitado), quien le pidió por amor a sus padres, que abjurase de la fe cristiana. Ella le dijo, mostrándole un vaso: “¿Puedo llamar a este vaso otra cosa de lo que es? Seguramente que no. Así tampoco yo puedo dejar de llamarme cristiana, puesto que lo soy.” Poco después fue encerrada en un pequeño calabozo. Al verse privada de su hijo y del compañerismo de sus hermanos en la fe, y expuesta al trato brutal de los soldados, se sintió abrumada y tentada a retroceder. Perpetua consiguió que le trajesen el hijo a prisión, lo estrechó sobre su pecho y se consoló. Luego, sabiendo que tendría que morir, lo encomendó al cuidado de su madre, quien también era cristiana.
En la sala de audiencias, ella y otros cristianos confesaron resueltamente su fe en Jesucristo. Estando allí, su anciano padre entró en el recinto, con un esclavo que traía al niño en brazos, y le conjuró de tener piedad de su vejez y de la inocencia del pequeño. El gobernador le dijo: “Ten piedad de los cabellos blancos de tu padre; ten piedad de tu hijo, y sacrifica al emperador”. “No puedo”, fue la resuelta contestación de ella. “¿Eres cristiana?”, le preguntó el juez. “Sí, soy cristiana”, contestó. El juez entonces mandó que sacasen de la sala al anciano padre; pero sólo pudieron sacarle por la fuerza.
Todos fueron condenados a ser lanzados a las fieras del circo en la próxima festividad, que tendría lugar en el aniversario de la ascensión del emperador. El día de la ejecución, siguiendo una costumbre antigua, quisieron vestir a los hombres como sacerdotes de Júpiter, y a las mujeres como sacerdotisas de Ceres. Los mártires protestaron, alegando que morían por no someterse a esas abominaciones, y que era inicuo vestirlos así. La protesta fue tenida en cuenta y reconocida como justa.
Cuando llegó la hora señalada, el cortejo de mártires fue conducido al circo; Perpetua era la última. La tranquilidad de su alma se reflejaba en su rostro, lleno de una santa alegría. Antes del último momento se abrazaron y besaron como hermanos, y murieron animados por la dulce seguridad de la gloriosa inmortalidad.
Juan C. Varetto, La Marcha del Cristianismo

Los 26 mártires de Uganda


A fines del siglo XIX, unos misioneros católicos llegaron a Uganda (África) y comenzaron a evangelizar. Como fruto de su labor, muchos se convirtieron a la fe, incluso en el palacio del rey Muanga. Era conocido de todos que este rey era homosexual. Cuando el jefe del personal de mensajeros del palacio José Makasa se convirtió al cristianismo le hizo saber al rey que la Biblia condena totalmente la homosexualidad, declarándole que es un pecado merecedor de la muerte (Levítico 18), que es algo que va contra la naturaleza (Romanos 1:26), y que los que lo cometen no entrarán al reino de Dios (1 Corintios 6:10). Muanga, indignado, ordenó matar a Makasa por su osadía.
Al saber esta terrible noticia, los demás cristianos que trabajaban en el palacio, se aferraron con más fuerza a su fe. Poco después el rey Muanga pretendió seducir a un joven cristiano, Muafa, pero éste se negó a ello, diciéndole que su cuerpo era templo del Espíritu Santo. El rey averiguó quién le había enseñado al joven esa doctrina, y cuando lo supo, mandó a matar también a aquel cristiano.
Entretanto, Carlos Luanga, que sucedió a José Makasa en palacio, alentaba a los cristianos a ser fieles hasta la muerte.
El rey tenía como primer ministro al brujo Katikiro, el cual estaba disgustado porque los que se hacían cristianos ya no se dejaban engañar por sus brujerías. Entonces convenció al rey de que debía hacer morir a todos los cristianos.
Muanga reunió a todos sus mensajeros y empleados y les dijo: “De hoy en adelante queda totalmente prohibido, en mi reino, ser cristiano. Los que renuncien a serlo, quedarán libres; los que no, irán a la cárcel y a la muerte”. Y agregó: “Los que quieran seguir siendo cristianos darán un paso hacia delante”.
Carlos Luanga fue el primero en dar el paso; lo siguió Kisito, el más pequeño de los mensajeros, y 22 jóvenes más. Inmediatamente, entre golpes y humillaciones fueron llevados a prisión.
Más tarde, el rey los volvió a reunir y les preguntó: “¿Siguen decididos a seguir siendo cristianos?”. Ellos respondieron a coro: «Cristianos hasta la muerte». Entonces, por orden de Katikiro, fueron llevados muy lejos de allí. Después de haberlos tenido siete días en prisión, en medio de los más atroces sufrimientos, les ordenaron reunir la leña, y los envolvieron en esteras de juncos muy secos. Hicieron un inmenso montón de leña seca, los colocaron allí y les prendieron fuego. Entre las llamas salían sus voces aclamando a Cristo y cantando a Dios, hasta el último aliento de su vida.
Por el camino los verdugos se llevaron a dos mártires más. Uno por haber convertido a unos niños, y el otro por haber logrado que su esposa se hiciera cristiana. Ellos se unieron a los otros mártires, que en total de 26, murieron por defender su fe y su castidad.

viernes, 26 de noviembre de 2010

En el dia de la Medalla Milagrosa quiero homenajear a San Maximiliano Kolbe, martir

Vida y milagros de San Maximiliano María Kolbe

Publicidad
San Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola (Pabiance), que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria, y estando en el seminario adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.

Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia Divina para el avance de la Fe Catolica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo.

Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con un Tiraje de 500 ejemplares en 1922, para 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.

En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que al paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen.

En 1931, luego de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario. En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y 3 años más tarde, en plena II Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción.

Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.

En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e inpersonal: como un número; a San Max le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estadía en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.

La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Max escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros al hazar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Max, casado y con hijos. San Max, que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Max es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros.

Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941

En 1973 Paulo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo Segundo lo canoniza como Mártir de la Caridad.

(Fuente: corazones.org)

martes, 23 de noviembre de 2010

Beato José Luis Sánchez del RíoAdolescente de 14 años da su vida por Cristo y la Iglesia

. Nacido el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo (Michoacán, México). Lo asesinaron durante la guerra cristera en su ciudad natal, el 10 de febrero de 1928 «por odio a la fe».  Se mantuvo fiel a Cristo y a su Iglesia.   Beatificado el 20 de noviembre, 2005 junto con trece mexicanos mártires de la persecución religiosa de la segunda década del siglo XX.

vida por vida - San Maximiliano Kolbe 1

Paul Louis Landsberg y los mártires del s. XX



 

No hay que profanar el ¨Sagrado Santuario¨ que alberga el camposanto de los mártires cristianos que revivieron la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, dando su Testimonio de Fe, no hay amor más grande, y siempre nos recuerdan que debemos respetar y proteger la vida humana, son dignos herederos de una incuestionable inocencia que no debe ser juzgada con voces hirientes que acusan y ofenden su eterno descanso, el tiempo les hará justicia. No les olvidaremos.

In Memoriam.

Junto a los miles de víctimas sin nombre y de los mártires por Cristo y por la Iglesia se yerguen personajes cuyos nombres se han convertido para todos en ejemplo: Alfred Delp, Padre Maximiliano Kolbe, Rupert Mayer, Edith Stein, Hermann Joseph Wehrle, Domprediger Maier, Paul Louis Landsberg, ... Todos ellos acabaron en la mira de sus verdugos por su propia fe y por su entrega incondicional a Jesucristo.

El Padre Rupert Mayer: "Enfermo gravemente a consecuencia de una herida recibida durante la guerra en el momento en que administraba el viático, se opuso abierta y valerosamente contra quienes atropellaron los derechos de la Iglesia y de la libertad, y por ello sufrió las atrocidades del campo de concentración y exterminio".

Dietrich Bonhoeffer, teólogo mártir en los campos de concentración nazis, en la Navidad de 1943 compuso una plegaria para otros presos, conocida con el nombre de "la oración de la mañana": "Estoy solo, pero tu no me abandonas; estoy asustado, pero junto a ti tengo auxilio, estoy inquieto pero junto a ti está la paz; …no entiendo tus caminos, pero tú conoces mi camino" ("Resistenza e resa" a cura di A. Gallas, Ed. Paoline, Cinisello Balsamo, año 1988, p. 238).

Maximiliano María Kolbe (1894 - 1941), fraile conventual, confesor y mártir...nacido en 1894 en Lódz (Polonia), fundador de la ¨Milicia de María Inmaculada¨en Roma (1917), ordenado sacerdote en 1918, fundador de la ¨Ciudad de Inmaculada¨ en Niepokalanów (Polonia) y en Mugenzai-No-Sono (Japón). El 14 de agosto de 1941, murió en un barracón del ¨Campo de concentración y exterminio de Auschwitz¨, tras salvar la vida de un padre de familia que iba a ocupar su lugar, víctima de una eutanasia contra su voluntad, por inyección letal, hambre y sed. Es beatificado por Pablo VI el 17 de Octubre de 1971, y proclamado Santo por Juan Pablo II, el 10 de Octubre de 1982...

Réquiem in Pace.

Paul Louis Landsberg (1901-1944). Fue profesor de la Universidad de Bonn. Su lucha contra el nazismo le obligaría a huir de Alemania unos días antes de la subida de Hitler al poder. Tras dos años impartiendo la docencia en Madrid y Barcelona se instalará en Francia, donde se vincula al movimiento Espirit en 1936 fundado por Emmanuel Mounier. Fue amigo y discípulo de Max Scheler y, como él, cristiano. Deportado en 1943 por su origen judío, murió de extenuación en el campo de concentración de Oraniemburg en 1944.

Nuestro amigo Paul, ya tocó el límite en carne propia de lo que la vida le da o le quita. En el papel borrador de su escritorio se leía con prolijidad y perplejidad: " En mi camino arenoso no encuentro flores. De vez en cuando encuentro pequeñas piedras blancas".

A decir verdad, la vida de Paul está en el punto máximo que un ser humano pueda tolerar. Ya esta era la segunda vez que escapaba de un país que le era adverso a sus ideales. Él o su persona eran una amenaza para la seguridad del país donde estaba. Pero ya no toleraba más sentirse perseguido las veinticuatro horas. Sobrellevaba su vida con desesperación, ya que si lo atrapaban sería primero el camino de la tortura, luego el de los trabajos forzados, puede que luego de un pelotón de fusilamiento y toda clase de humillaciones que un ser humano nunca podría tolerar.

En el bolsillo interior de su saco tenía un frasco de veneno, fruto de pactos con colegas de lucha que sería usado en caso de ser descubierto para no declarar al Führer, al nazismo que lo buscaba por cielo y tierra.

Este frío viernes en Paris lo encerró como en un navío, solo, en el mar de su habitación. Entre lecturas, recuerdos y encontrar un hilo conductor que lo ayudara a hilar el futuro.

El frasquito convivía con él, como un pasaporte, un salvoconducto para salirse de escena para evitar lo peor. Muchos filósofos, hombres de letras y amigos de lucha contra el régimen lo tuvieron que usar. Paul lo analizaba como que no tenían otra alternativa y así lo justificaba. Aún siendo católico no alababa la conducta suicida, pero si lo tenía como recaudo en el interior del bolsillo de su saco. Después de huir de Franco, ya estaba más que harto de esconderse desde el año 34, cuatro días antes que el Führer asumiera el poder total en Alemania. Abandonó la Universidad de Boon y se refugió en España, todo un cambio terrible. Él tenía por arma su pluma, su escudo era el estratégico cambio de residencia y su salvoconducto el frasco en su bolsillo.

Esta noche cavilaba sobre la terrible noticia de la muerte de su amigo Marx, que los nazis lo habían llevado a Polonia y murió en la cámara de gas. Se decía:

"Que personal es la muerte, me marca como un hierro candente sobre mi corazón, es como una explosión que hace estallar en mil pedazos los esquemas sobre mis creencias y preconceptos, poniéndome a prueba por la experiencia en mi piel de su muerte y exaltando por la amenaza de la desesperanza que esta noticia secreta manifiesta en mí".

El tenía la certeza de que Jesús lo comprendía, es más, pensaba que Jesús (quién llevó la verdad al mayor de los extremos) convivía cotidianamente con él. Aunque todas o casi todas sus cavilaciones terminaban en el límite de su saco. Pensó por que Marx no usó este salvoconducto. Comentaba esta carta que se dejó llevar sin resistencia y no tuvo intención de salir por el lado de la muerte por mano propia, ya que todos nos habíamos propuesto este remedio.

La noche era límite, los sentimientos lo hacían sudar, llorar y los recuerdos no lo dejaban en paz y se decía así mismo:

"Si me vienen a buscar estoy totalmente decidido a suicidarme, no quiero ser humillado, dispondré de mi vida, soy libre y si me mato más libre aún. ¡Que intrusa es la muerte¡. ¡Cómo duele morir de a poco¡. Es como que me faltara chocar contra la eternidad y de un salto salir de escena. Sería como usar mi omnipotencia para huir de esta impotencia que me acorrala día a día".

Después de horas, saca uno de sus libros de San Agustín y busca luces para iluminar esta noche donde el hecho de ser perseguido a muerte, torna su búsqueda espiritual un sentido al sin sentido de morir.

Paul se escuchaba en San Agustín: "Qué dolor entenebrecía mi corazón; y todo lo que miraba era muerte. Y la patria me era un suplicio; y la casa paterna un horror extraño; y todo aquello que hube en común con él me era crucifixión atroz sin él. Mis ojos le requerían por doquier, y no me era dado; y odiaba todas las cosas porque no lo tenía y porque eran incapaces de decirme: "Espera, que vendrá", como cuando, en vida, estaba ausente. Yo mismo me había vuelto un gran interrogante para mí, y le preguntaba a mi alma por que estaba triste, y por qué me conturbaba tan fuertemente: y ella no sabía qué responder. Y cuando yo le decía: "Espera en Dios", con razón no obedecía: porque el hombre queridísimo al que había perdido era más verdadero y mejor que ese fantasma en el que se le mandaba esperar. Las solas lágrimas me eran dulces y había sucedido a mi amigo en las delicias de mi corazón (Confesiones IV, 4. San Agustín) " .

Era ya de madrugada, sentía cada palabra como una daga y notaba en una angustiosa realidad que percibía que la vida, su vida empezaba a dudar de sí misma. Esto lo paralizaba lo hacía muy vulnerable y por más católico que se sintiera le exigía a Dios que fuera su Esperanza. Pero todo terminaba en su interior cuando se tocaba el saco y notaba algo que lo haría regresar al Seno Materno, a la Madre Tierra, a esa oscuridad fetal, ese Eterno nacer que lo llevaría como una liviana semilla de Eternidad.

Navegando, como un marinero en medio de su propia tormenta, timoneando en una guerra que lo desfiguraría en su condición humana, se encontró una noche con Jesús que le decía: "Soy el camino, la verdad y la vida".

Esta experiencia al límite de toda vulnerabilidad, le trajo Paz, que tanto anhelaba. Se sintió que no estaba solo ni abandonado en medio de semejante guerra mundial. Percibía con más claridad que esta guerra, la cual él tanto combatió y de la que se sentía parte lo obligaba a una experiencia "espiritual".

Con suma crudeza experimentó ese Cristo roto y crucificado, como así ahora la noticia de la muerte de otro amigo, Walter, en el campo de exterminio nazi, sin que se opusiera a ese destino por la vía del suicidio. Le hizo comprender que no es lo mismo "matarse para evitar la cruz", que "evitar el sacrificio de la cruz". Esto ya no era en él una reflexión filosófica, era un recorrido personal y espiritual.

Esa misma noche, ya de madrugada, en el otoño parisino, sintió ese impulso que le dió mucho alivio y liberó su deseo. Tomó su chaqueta, introdujo suavemente su mano, pudo asir el frasquito de veneno, que lo acompañó por casi una década, se dirigió al tacho de residuos y lo despachó.

Ya sentado en el sillón del escritorio con gran alivio espiritual durmió profundamente, como hacía tiempo no lograba.

Esa misma noche se leía en sus escritos personales: "El hombre es el ser que puede darse muerte así mismo y que no debe hacerlo...". "Sé, que esta vida sobrepasa mis fuerzas, pero tu Espíritu Santo es el alimento en medio de este bravo mar". Acorralado, pero paradójicamente liberado, deseaba morir. Pero decía a imitación de Cristo: "Que se haga tu voluntad y no la mía". Y percibió un profundo cambio sobre la imagen que tenía de Dios, ya no era un amo, como el amo de un esclavo. Lo experimentaba como un Padre. Un Padre que lo amaba infinitamente y con una sabiduría infinita.

Nuestro amigo Paul comprendió en carne propia una de las paradojas más grandes del cristianismo al preferir el martirio al suicidio. Y ya no era que se negaba al suicidio por un cobarde apego a la vida, sino por que encontraba una beatitud extraña el hecho de seguir el ejemplo de Cristo.

El abandonar el frasco, lo liberó y lo identificó con Cristo de tal forma que podemos decir que Paul es un verdadero testigo del cristianismo. Antes de cerrar su libro de anotaciones personales, por la tarde, para dirigirse por última vez a la universidad, se leía: "..debo cargar con la cruz alimentada por una fuerza desconocida que viene del centro del amor divino. No debo matarme, por que no debo arrojar mi cruz...".

sábado, 20 de noviembre de 2010

Eslovenia celebra a su primer beato mártir Lojze Grozde

16-06-2010


LIUBLIANA, miércoles 16 de junio de 2010 (ZENIT.org) La beatificación del joven Lojze Grozde representa para el pueblo esloveno “un fuerte estímulo espiritual”, según dijo en diálogo con ZENIT el postulador para su causa de canonización, el padre Igor Luzar.

“En él contemplamos también un gran número de otros cristianos martirizados y asesinados durante y después de la Segunda Guerra Mundial a causa de su fe en Cristo”, aseguró el sacerdote. “Particularmente chicos y hombres jóvenes, entre los cuales muchos han dado testimonio de fe y perdón a la hora de su muerte”, dijo.

Lojze Grozde, fue un joven de la Acción Católica, asesinado por el régimen comunista cuando tenía 19 años.

La ceremonia

El estadio Arena di Celje (ciudad eslovena) fue el escenario de la ceremonia de beatificación el pasado domingo 13 de junio. Contó con la presencia de 32.000 fieles. La misa fue presidida por el secretario de estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone en representación del Papa Benedicto XVI. Estuvo concelebrada por 18 arzobispos y obispos y por 750 sacerdotes.

En su homilía, el cardenal Bertone dijo que este nuevo beato ilumina “la historia de la Iglesia en Eslovenia, en particular las violentas persecuciones que ha sufrido en el último siglo”. Y subrayó que mediante este testimonio, la fe en este país puede encontrar “inspiración y fuerza para poder testimoniar eficazmente la fe en el mundo descristianizado de hoy”.

El purpurado destacó cómo el nuevo beato “en su primera juventud había empezado en serio en la escuela de Jesús, presente en el Santísimo Sacramento y, de rodillas, en una intensa y fiel práctica de adoración eucarística, había aprendido qué cosa significaba vivir la donación total”.

Su vida

Lojze Grozde nació en 1923. Su padre no quiso reconocerlo y vivió con su madre y bajo el cuidado de sus parientes. Vivió su vida en un ambiente rural y en medio del trabajo pesado.

Fue un buen estudiante, apasionado por la lectura y amante de la poesía. Durante su secundaria participó en algunos encuentros de la Acción Católica. Una vez escribió que quien perteneciera a esta asociación “debe estar siempre dispuesto a los sacrificios, hasta el martirio y la muerte”.

Grozde tenía una gran devoción eucarística a la que llamaba “Sol de mi vida”. También tenía un fuerte sentimiento de nacionalidad hacia Eslovenia, que en ese entonces pertenecía a Yugoslavia.

“Quería hacer todo por el reino de Dios, conducir a los otros jóvenes a Cristo, sacrificarse por la salvación de las almas”, dijo su postulador. “Estaba convencido que justamente la Virgen Santísima, de quien era muy devoto, lo había guiado hacia la Acción Católica para alargar el horizonte de su vida espiritual y de su campo de acción”, aseguró el padre Luzar.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Eslovenia fue ocupada por Italia y Alemania. Igualmente, estalló la Guerra civil en Yugoslavia. A finales de 1942, Grozde se dirigía a casa de su familia para pasar con ellos la navidad. Se detuvo en Sticna donde fue capturado por los comunistas, quienes lo acusaron de ser un espía secreto contra este régimen y por ello lo torturaron y luego lo asesinaron. Su cadáver fue encontrado el 23 de febrero de 1943.

El padre Luzar cuenta que después de concluir la Segunda Guerra Mundial, a causa del comunismo, estaba prohibido hablar en público a voz alta de la muerte de Grozde, pero aún así su fama de martirio y de santidad fueron creciendo. Esto se hizo más evidente con la visita del papa Juan Pablo II a este país en 1996.

Este joven mártir se convierte así en el segundo beato esloveno, luego del obispo Anton Martin Slomsek, beatificado en 1999. Es el primer beato mártir luego de la independencia de esta joven nación en 1991. “Es uno de los más grandes eslovenos. Grozde resplandece como tal también hoy”, concluyó su postulador.

Por Carmen Elena Villa

P. Daniele Badiali, camino a los altares. Dio su vida a cambio de una joven rehen

jueves, 18 de noviembre de 2010

La sexta persecución, bajo Maximino, el 235 d.C.

 


El 235 d.C. comenzó, bajo Maximino, una nueva persecución. El gobernador de Capadocia, Seremiano, hizo todo lo posible para exterminar a los cristianos de aquella provincia.

Las personas principales que murieron bajo este reinado fueron Pontiano, obispo de Roma; Anteros, un griego, su sucesor, que ofendió al gobierno al recogerlas actas de los mártires. Pamaquio y Quirito, senadores romanos, junto con sus familias enteras, y muchos otros cristianos; Simplicio, también senador, Calepodio, un ministro cristiano, que fue echado al Tiber, Martina, una noble y hermosa doncella; e Hipólito, un prelado cristiano, que fue atado a un caballo indómito, y arrastrado hasta morir.

Durante esta persecución, suscitada por Maximino, muchísimos cristianos fueron ejecutados sin juicio, y enterrados indiscriminadamente a montones, a veces cincuenta o sesenta echados juntos en una fosa común, sin la más mínima decencia.

Al morir el tirano Maximino en el 238 d.C., le sucedió Gordiano, y durante su reinado, así como el de su sucesor, Felipe, la Iglesia estuvo libre de persecuciones durante más de diez años; pero en el 249 d.C. se desató una violenta persecución en Alejandría, por instigación de un sacerdote pagano, sin conocimiento del emperador.

La quinta persecución, comenzando con Severo, el 192 d.C.

Severo, recuperado de una grave enfermedad por los cuidados de un cristiano, Regó a ser un gran favorecedor de los cristianos en general; pero al prevalecer los prejuicios y la furia de la multitud ignorante, se pusieron en acción unas leyes obsoletas contra los cristianos. El avance del cristianismo alarmaba a los paganos, y reavivaron la enmohecida calumnia de achacar a los cristianos les desgracias accidentales que sobrevenían. Esta persecución se desencadenó en el 192 d.C.

Pero aunque rugía la malicia persecutoria, sin embargo el Evangelio resplandecía fulgurosarnente; y firme como inexpugnable roca resistía con éxito a los ataques de sus chillones enemigos. Tertuliano, que vivió en esta época, nos informa de que si los cristianos se hubieran ido en masa de los territorios romanos, el imperio habría quedado despoblado en gran manera.

Víctor, obispo de Roma, sufrió el martírio en el primer año del siglo tercero, el 201 d.C. Leónidas, padre del célebre Orígenes, fue decapitado por cristiano. Muchos de los oyentes de Orígenes también sufrieron el martirio; en particular dos hermanos, llamados Plutarco y Sereno; otro Sereno, Herón y Heráclides, fueron decapitados. A Rhais le deffarnaron brea hirviendo sobre la capeza, y luego lo quemaron, como también su madre Marcela. Potainiena, hermana de Rhais, fue ejecutada de la misma forma que Rhais; pero Basflides, oficial del ejército, a quien se le ordenó que asistiera a la ejecución, se convirtió.

Al pedírsele a Basílides, que era oficial, que hiciera un cierto juramento, rehusó, diciendo que no podría jurar por los ídolos romanos, por cuanto era cristiano. Llenos de estupor, los del populacho no podían al principio creer lo que oían; pero tan pronto él confirmó lo que había dicho, fue arrastrado ante el juez, echado en la cárcel, y poco después decapitado.

Ireneo, obispo de Lyon, había nacido en Grecia, y recibió una educación esmerada y cristiana. Se supone generalmente que el relato de las persecuciones en Lyon fue escrito por él mismo. Sucedió al mártir Potino como obispo de Lyon, y gobernó su diócesis con gran discreción; era un celoso oponente de las herejías en general, y alrededor del 187 d.C. escribió un célebre tratado contra las herejías. Víctor, obispo de Roma, queriendo imponer allí la observancia de la Pascua en preferencia a otros lugares, ocasionó algunos desórdenes entre los cristianos. De manera particular, Ireneo le escribió una epístola sinódica, en nombre de las iglesias galicanas. Este celo en favor del cristianismo lo señaló como objeto de resentimiento ante el emperador, y fue decapitado el 202 d.C.

Extendiéndose las persecuciones a Africa, muchos fueron martirizados en aquel lugar del globo; mencionaremos a los más destacados entre ellos.

Perpetua, de unos veintidós años, casada. Los que sufrieron con ella fueron Felicitas, una mujer casada y ya en muy avanzado estado de gestación cuando fue arrestada, y Revocato, catecúmeno de Cartago, y un esclavo. Los nombres de los otros presos destinados a sufrir en esta ocasión eran Saturnino, Secundulo y Satur. En el día señalado para su ejecución fueron llevados al anfiteatro. A Satur, Secúndulo y Revocato les mandaron que corrieran entre los cuidadows de las fieras. Estos, dispuestos en dos hileras, los flagelaron severamente mientras corrían entre ellos. Felicitas y Perpetua fueron desnudadas para echarlas a un toro bravo, que se lanzó primero contra Perpetua, dejándola inconsciente; luego se abalanzó contra Felicitas, y la empitonó terriblemente; pero no habían quedado muertas, por lo que el verdugo las despachó con una espada. Revocato y Satur fueron devorados por las fieras; Saturnino fue decapitado, y Secúndulo murió en la cárcel. Estas ejecuciones tuvieron lugar en el ocho de marzo del año 205.

Esperato y otros doce fueron decapitados, lo mismo que Androcles en Francia. Asclepiades, obispo de Antioquía, sufrió muchas torturas, pero no fue muerto.

Cecilia, una joven dama de una buena familia en Roma, fue casada con un caballero llamado Valeriano, y convirtió a su marido y hermano, que fueron decapitados; el máximo, u oficial, que los llevó a la ejecución, fue convertido por ellos, y sufrió su misma suerte. La dama fue echada desnuda en un baño hirviente, y permaneciendo allí un tiempo considerable, la decapitaron con una espada. Esto sucedió el 222 d.C.

Calixto, obispo de Roma, sufrió martirio el 224 d.C., pero no se registra la forma de su muerte; Urbano, obispo de Roma, sufrió la misma suerte el 232 d.C.

La cuarta persecución, bajo Marco Aurelio Antonino, 162 d.C.

Marco Aurelio sucedió en el trono en el año 161 de nuestro Señor, era un hombre de naturaleza más rígida y severa, y aunque elogiable en el estudio de la filosofía y en su actividad de gobierno, fue duro y fiero contra los cristianos, y desencadenó la cuarta persecución.

Las crueldades ejecutadas en esta persecución fueron de tal calibre que muchos de los espectadores se estremecían de honor al verlas, y quedaban atónitos ante el valor de los sufrientes. Algunos de los mártires eran obligados a pasar, con sus pies ya heridos, sobre espinas, clavos, aguzadas conchas, etc., puestos de punta; otros eran azotados hasta que quedaban a la vista sus tendones y venas, y, después de haber sufrido los más atroces tormentos que pudieran inventarse, eran destruidos por las muertes más temibles.

Germánico, un hombre joven, pero verdadero cristiano, siendo entregado a las fieras a causa de su fe, se condujo con un valor tan asombroso que varios paganos se convirtieron a aquella fe que inspiraba tal arrojo.

Policarpo, el venerable obispo de Esmirna, se ocultó al oír que le estaban buscando, pero fue descubierto por un niño. Tras dar una comida a los guardas que le habían prendido, les pidió una hora de oración, lo que le permitieron, y oró con tal fervor que los guardas que le habían arrestado sintieron haberio hecho. Sin embargo, lo llevaron ante el procónsul, y fue condenado y quemado en la plaza del mercado.

El procónsul le apremió, diciendo: «Jura, y te daré la libertad: Blasfema contra Cristo.»

Policarpo le respondió: «Durante ochenta y seis años le he servido, y nunca me ha hecho mal alguno: ¿Cómo voy yo a blasfemar contra mi Rey, que me ha salvado?» En la estaca fue sólo atado, y no clavado como era costumbre, porque les aseguró que se iba a quedar inmóvil; al encenderse la hoguera, las llamas rodearon su cuerpo, como un arco, sin tocarlo; entonces dieron orden al verdugo que lo traspasara con una espada, con lo que manó tal cantidad de sangre que apagó el fuego. Sin embargo se dio orden, por instigación de los enemigos del Evangelio, especialmente judíos, de que su cuerpo fuera consumido en la hoguera, y la petición de sus amigos, que querían darle cristiana sepultura, fue rechazada. Sin embargo, recogieron sus huesos y tanto de sus m~ como pudieron, y los hicieron enterrar decentemente.

Metrodoro, un ministro que predicaba denodadamente, y Pionio, que hizo varias excelentes apologías de la fe cristiana, fueron también quemados. Carpo y Papilo, dos dignos cristianos, y Agatónica, una piadosa mujer, sufrió el martirio en Pergamópolis, en Asia.

Felicitate, una ilustre dama romana, de una farnilia de buena posición, y muy virtuosa, era una devota cristiana. Tenía siete hijos, a los que había educado con la más ejemplar piedad.

Enero, el mayor, fue flagelado y prensado hasta morir con pesos; Félix y Felipe, que le seguían en edad, fueron descerebrados con garrotes; Silvano, el cuarto, fue asesinado siendo echado a un precipicio; y los tres hijos menores, Alejandro, Vital y Marcial, fueron decapitados. La madre fue después decapitada con la misma espada que los otros tres.

Justino, el célebre filósofo, murió mártir en esta persecución. Era natural de Nápolis, en Sarnaria, y había nacido el 103 d.C. Fue un gran amante de la verdad y erudito universal; investigó las filosofías estoica y peripatética, y probó la pitagórica, pero, disgustándole la conducta de uno de sus profesores, investigó la platónica, en la que encontró gran deleite. Alrededor del año 13 3, a los treinta años, se convirtió al cristianismo, y entonces, por vez primera, percibió la verdadera naturaleza de la verdad.

Escribió una elegante epístola a los gentiles, y empleó sus talentos para convencer a los judíos de la verdad de los ritos cristianos. Dedicó gran tiempo a viajar, hasta que estableció su residencia en Roma, en el monte Viminal.

Abrió una escuela pública, enseñó a muchos que posteriormente fueron personajes prominentes, y escribió un tratado para confutar las herejías de todo tipo. Cuando los paganos comenzaron a tratar a los cristianos con gran severidad, Justino escribió su primera apología en favor de ellos. Este escrito exhibe una gran erudición y genio, e hizo que el emperador publicara un edicto en favor de los cristianos.

Poco después entró en frecuentes discusiones con Crescente, persona de vida viciosa, pero que era un célebre filósofo cínico; los argumentos de Justino fueron tan poderosos, pero odiosos para el cínico, que decidió, y consiguió, su destrucción.

La segunda apología de Justino, debido a ciertas cosas que contenía, dio al cínico Crescente una oportunidad para predisponer al emperador en contra de su autor, y por esto Justino fue arrestado, junto con seis compañeros suyos. Al ordenársele que sacrificara a los ídolos paganos, rehusaron, y fueron condenados a ser azotados, y a continuación decapitados; esta sentencia se cumplió con toda la severidad imaginable.

Varios fueron decapitados por rehusar sacrificar a la imagen de Júpiter, en particular Concordo, diácono de la ciudad de Spolito.

Al levantarse en armas contra Roma algunas de las agitadas naciones del norte, el emperador se puso en marcha para enfrentarse a ellas. Sin embargo, se vio atrapado en una emboscada, y temió perder todo su ejército. Encerrado entre montañas, rodeado de enemigos y muriéndose de sed, en vano invocaron a las deidades paganas, y entonces ordenó a los hombres que pertenecían a la militine, o legión del trueno, que oraran a su Dios pidiendo socorro. De inmediato tuvo lugar una milagrosa liberación; cayó una cantidad prodigiosa de lluvia, que fue recogida por los hombres, haciendo presas, y dio un alivio repentino y asombroso. Parece que la tormenta, que se abatió intensamente sobre los rostros de los enemigos, los intimidó de tal manera, que una parte desertó hacia el ejército romano; el resto fueron derrotados, y las provincias rebeldes fueron totalmente recuperadas.

Este asunto hizo que la persecución amainara por algún tiempo, al menos en aquellas zonas inmediatamente bajo la inspección del emperador, pero nos encontramos que pronto se desencadenó en Francia, particularmente en Lyon, donde las torturas que fueron impuestas a muchos de los cristianos casi rebasan la capacidad de descripción.

Los principales de estos mártires fueron un joven llamado Vetio Agato; Blandina, una dama cristiana de débil constitución; Sancto, que era diácono en Vienna; a éste le aplicaron platos de bronce al rojo vivo sobre las partes más sensibles de su cuerpo; Biblias, una débil mujer que había sido apóstata anteriormente. Attalo, de Pérgamo, y Potino, el venerable obispo de Lyon, que ienía noventa años. El día en que Blandina y otros tres campeones de la fe fueron llevados al anfiteatro, a ella la colgaron de un madero fijado sobre el suelo, y la expusieron a las fieras como alimento-, mientras tanto ella, con sus fervorosas oraciones, alentaba a los otros. Pero ninguna de las fieras la tocó, por lo que fue vuelta a llevar a la mazmorra. Cuando fue sacada por tercera y última vez, salió acompañada por Pontico, un joven de quince años, y la constancia de la fe de ellos enfureció de tal manera a la multitud que no fueron respetados ni el sexo de ella ni la juventud de él, y los hicieron objeto de todo tipo de castigos y torturas. Fortalecido por Blandina, el muchacho perseveró hasta la muerte; y ella, después de soportar los tori-nentos mencionados, fue finalmente muerta con espada.

En estas ocasiones, cuando los cristianos recibían el martirio, iban omados y coronados con guirnaldas de flores; por ellas, en el cielo, recibían eternas coronas de gloria.

Se ha dicho que las vidas de los cristianos primitivos consistía de «persecución por encima del suelo y oración por debajo del suelo.» Sus vidas están expresadas por el Coliseo y las catacumbas. Debajo de Roma están los subterráneos que llamamos las catacumbas, que eran a la vez templos y tumbas. La primitiva Iglesia en Roma podría ser llamada con razón la Iglesia de las Catacumbas. Hay unas sesenta catacumbas cerca de Roma, en las que se han seguido unas seiscientas millas de galerías, y esto no es la totalidad. Estas galerías tienen una altura de alrededor de ocho pies (2,4 metros) y una anchura de entre tres a cinco pies (de casi 1 metro hasta 1,5), y contienen a cada lado varias hileras de recesos largos, bajos, horizontales, uno encima de otros como a modo de literas en un barco. En estos nichos eran puestos los cadáveres, y eran cerrados bien con una simple lápida de mármol, o con varias grandes losas de tierra cocida ligadas con mortero. En estas lápidas o losas hay grabados o pintados epitafios y símbolos. Tanto los paganos como los cristianos sepultaban a sus muertos en estas catacumbas. Cuando se abrieron los sepulcros cristianos, los esqueletos contaron su temible historia. Se encuentran cabezas separadas del cuerpo; costillas y clavículas rotas, huesos frecuentemente calcinados por el fuego. Pero a pesar de la terrible historia de persecución que podemos leer ahí, las inscripciones respiran paz, gozo y triunfo. Aquí tenemos unas cuantas:

«Aquí yace Marcia, puesta a reposar en un sueño de paz.»

«Lorenzo a su más dulce hijo, llevado por los ángeles.»

«Victorioso en paz y en Cristo.»

«Al ser llamado, se fue en paz.»

Recordemos, al leer estas inscripciones la historia que los esqueletos cuentan de persecución, tortura y fuego.

Pero la plena fuerza de estos epitafios se aprecia cuando los contrastarnos con los epitafios paganos, como:

«Vive para esta hora presente, porque de nada más estamos seguros.»

«Levanto mi mano contra los dioses que me arrebataron a los veinte años, aunque nada malo había hecho.»

«Una vez no era. Ahora no soy. Nada sé de ello, y no es mi preocupación.»

«Peregrino, no me maldigas cuando pases por aquí, porque estoy en tinieblas y no puedo responder.»

Los más frecuentes símbolos cristianos en las paredes de las catacumbas son el buen pastor con el cordero en sus hombros, una nave con todo el velamen, arpas, anclas, coronas, vides, y por encima de todo, el pez.

La tercera persecución, bajo Trajano, 108 d.C.



En la tercera persecución, Plinio el Joven, hombre erudito y famoso, viendo la lamentable matanza de cristianos, y movido por ella a compasión, escribió a Trajano, comunicándole que había muchos miles de ellos que eran muertos a diario, que no habían hecho nada contrario a las leyes de Roma, por lo que no merecían persecución. «Todo lo que ellos contaban acerca de su crimen o error (como se tenga que llamar) sólo consistía en esto: que solían reunirse en determinado día antes del amanecer, y repetir juntos una oración compuesta en honor de Cristo como Dios, y a comprometerse por obligación no ciertamente a cometer maldad alguna, sino al contrario, a nunca cometer hurtos, robos o adulterio, a nunca falsear su palabra, a nunca defraudar a nadie; después de lo cual era costumbre separarse, y volverse a reunir después para participar en común de una comida inocente.»

En esta persecución sufrieron el bienaventurado mártir Ignacio, que es tenido en gran reverencia entre muchos. Este Ignacio había sido designado al obispado de Antioquía, siguiendo a Pedro en sucesión. Algunos dicen que al ser enviado de Siria a Roma, porque profesaba a Cristo, fue entregado a las fieras para ser devorado. También se dice de él que cuando pasó por Asia [la actual Turquía], estando bajo el más estricto cuidado de sus guardianes, fortaleció y confirmó a las iglesias por todas las ciudades por donde pasaba, tanto con sus exhortaciones como predicando la Palabra de Dios. Así, habiendo negado a Esmirna, escribió a la Iglesia de Roma, exhortándoles para que no emplearan medio alguno para liberarle de su martirio, no fuera que le privaran de aquello que más anhelaba y esperaba. «Ahora comienzo a ser un discípulo. Nada me importa de las cosas visibles o invisibles, para poder sólo ganar a Cristo. ¡Que el fuego y la cruz, que manadas de bestias salvajes, que la rotura de los huesos y el desgarramiento de todo el cuerpo, y que toda la malicia del diablo vengan sobre mí; ¡sea así, si sólo puedo ganar a Cristo Jesús!» E incluso cuando fue sentenciado a ser echado a las fieras, tal era el ardiente deseo que tenía de padecer, que decía, cada vez que oía rugir a los leones: «Soy el trigo de Cristo; voy a ser molido con los dientes de fieras salvajes para que pueda ser hallado pan puro».

Adriano, el sucesor de Trajano, prosiguió esta tercera persecución con tanta severidad como su sucesor. Alrededor de este tiempo fueron martirizados Alejandro, obispo de Roma, y sus dos diáconos; también Quirino y Hermes, con sus familias; Zeno, un noble romano, y alrededor de diez mil otros cristianos.

Muchos fueron crucificados en el Monte Ararat, coronados de espinas, siendo traspasados con lanzas, en imitación de la pasión de Cristo. Eustaquio, un valiente comandante romano, con muchos éxitos militares, recibió la orden de parte del emperador de unirse a un sacrificio idolátfico para celebrar algunas de sus propias victorias. Pero su fe (pues era cristiano de corazón) era tanto más grande que su vanidad, que rehusó noblemente. Enfurecido por esta negativa, el desagradecido emperador olvidó los servicios de este diestro comandante, y ordenó su martirio y el de toda su familia.

En el martirio de Faustines y Jovitas, que eran hermanos y ciudadanos de Brescia, tantos fueron sus padecimientos y tan grande su paciencia, que el Calocerio, un pagano, contemplándolos, quedó absorto de admiración, y exclamó, en un arrebato: « ¡Grande es el Dios de los cristianos! », por lo cual fue prendido y se le hizo sufrir pareja suerte.

Muchas otras crueldades y rigores tuvieron que sufrir los cristianos, hasta que Quadratus, obispo de Atenas, hizo una erudita apología en su favor delante del emperador, que estaba entonces presente, y Arístides, un filósofo de la misma ciudad, escribió una elegante epístola, lo que llevó a Adriano a disminuir su severidad y a ceder en favor de ellos.

Adriano, al morir en el 138 d.C., fue sucedido por Antonino Pío, uno de los más gentiles monarcas que jamás minara, y que detuvo las persecuciones contra los cristianos.

La seguna persecución, bajo Domiciano, el 81 d. C.



El emperador Domiciano, de natural inclinado a la crueldad, dio muerte primero a su hermano, y luego suscitó la segunda persecución contra los cristianos. En su furor dio muerte a algunos senadores romanos, a algunos por malicia, y a otros para confiscar sus fincas. Luego mandó que todos los pertenecientes al linaje de David fueran ejecutados.

Entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución estaban Simeón, obispo de Jerusalén, que fue crucificado, y San Juan, que fue hervido en aceite, y luego desterrado a Patmos. Flavia, hija de un senador romano, fue asimismo desterrada al Ponto; y se dictó una ley diciendo: «Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión».

Durante este reinado se redactaron varias historias inventadas, con el fin de dañar a los cristianos. Tal era el apasionamiento de los paganos que si cualquier hambre, epidemia o terremotos asolaban cualquiera de las provincias romanas, se achacaba a los cristianos. Estas persecuciones contra los cristianos aumentaron el número de informadores, y muchos, movidos por la codicia, testificaron en falso contra las vidas de los inocentes.

Otra dificultad fue que cuando cualquier cristiano era llevado ante los tribunales, se les sometía a un juramento de prueba, y si rehusaban tomarlo, se les sentenciaba a muerte, mientras que si se confesaban cristianos, la sentencia era la misma.

Los siguientes fueron los más destacables entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución.

Dionisio, el areopaguita, era ateniense de nacimiento, y fue instruido en toda la literatura útil y estética de Grecia. Viajó luego a Egipto para estudiar astronomía, e hizo observaciones muy precisas del gran eclipse sobrenatural que tuvo lugar en el tiempo de la crucifixión de nuestro Salvador.

La santidad de su forma de vivir y la pureza de sus maneras le recomendaron de tal manera ante los cristianos en general que fue designado obispo de Atenas.

Nicodemo, un benevolente cristiano de alguna distinción, sufrió en Roma durante el furor de la persecución de Domiciano.

Protasio y Gervasio fueron martirizados en Milán.

Timoteo, el célebre discípulo de San Pablo, fue obispo de Éfeso, donde gobernó celosamente la Iglesia hasta el 97 d.C. En este tiempo, cuando los paganos estaban para celebrar una fiesta llamada Catagogión, Timoteo, enfrentándose a la procesión, los reprendió severamente por su ridícula idolatría, lo que exasperó de tal manera al pueblo que cayeron sobre el con palos, y lo apalizaron de manera tan terrible que expiró dos días después por efecto de los golpes.

La primera persecución de la Iglesia tuvo lugar en el año 67, bajo Nerón,

La primera persecución de la Iglesia tuvo lugar en el año 67, bajo Nerón, el sexto emperador de Roma. Este monarca reinó por el espacio de cinco años de una manera tolerable, pero luego dio rienda suelta al mayor desenfreno y a las más atroces barbaridades. Entre otros caprichos diabólicos, ordenó que la ciudad de Roma fuera incendiada, orden que fue cumplida por sus oficiales, guardas y siervos. Mientras la ciudad imperial estaba en llamas, subió a la torre de Mecenas, tocando la lira y cantando el cántico del incendio de Troya, declarando abiertamente que «deseaba la ruina de todas las cosas antes de su muerte». Además del gran edificio del Circo, muchos otros palacios y casas quedaron destruidos; varios miles de personas perecieron en las llamas, o se ahogaron en el humo, o quedaron sepultados bajo las ruinas.

Este terrible incendio duró nueve años. Cuando Nerón descubrió que, su conducta era intensamente censurada, y que era objeto de un profundo odio, decidió inculpar a los cristianos, a la vez para excusarse para aprovechar la oportunidad para llenar su mirada con nuevas crueldades. Esta fue la causa de la primera persecución; y las brutalidades cometidas contra los cristianos fueron tales que incluso movieron a los mismos romanos a compasión. Nerón incluso refinó sus crueldades e inventó todo tipo de castigos contra los cristianos que pudiera inventar la más infernal imaginación. En particular, hizo que algunos fueran cosidos en pieles de animales silvestres, antojándolos a los perros hasta que expiraran; a otros los vistió de camisas atiesadas con cera, atándolos a postes, y los encendió en sus jardines, para iluminarlos. Esta persecución fue general por todo el Imperio Romano; pero más bien aumentó que disminuyó el espíritu del cristianismo. Fue durante esta persecución que fueron martirizados San Pablo y San Pedro.

A sus nombres se pueden añadir Erasto, tesorero de Corinto; Aristarco, el macedonio, y Trófimo, de Éfeso, convertido por San Pablo y su colaborador, así como Josés, comúnmente llamado Barsabás, y Ananías, obispo de Damasco; cada uno de los Setenta.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

LA VOZ DE LOS MARTIRES - Cristianos Perseguidos, Torturados, y Asesinados -

Mártires Escolapios (1936)


El P. Dionisio Pamplona y sus doce Compañeros de martirio (PP. Manuel Segura, Faustino Oteiza, Enric Canadell, Maties Cardona, Ignasi Casanovas, Francesc Carceller, Juan Agramunt, José Ferrer, Carlos Navarro, Alfredo Parte, Hnos. Florentín Felipe y David Carlos) eran religiosos escolapios, entregados a la enseñanza y educación de los niños, como hijos fieles de San José de Calasanz. Once de ellos eran sacerdotes y dos hermanos.
Ejercieron su magisterio en pequeñas ciudades y pueblos y, junto con otros miembros de la misma Orden de las Escuelas Pías, fueron víctimas de la persecución religiosa en España en 1936.
 

CLAUDIO RECUENCO ENCINAS, SACERDOTE martir de Cuenca


Nació, el día 30 de octubre de 1882, en Villar de Olalla, Cuenca.
Desde muy joven sintió y demostró su vocación sacerdotal, ingresando en el Seminario, donde cursó todos los estudios sacerdotales. Fue ordenado Presbítero en diciembre de 1906. Durante 10 años fue Coadjutor de San Lorenzo de la Parrilla, y posteriormente Ecónomo de la misma. Desde 1918 a 1932 fue Párroco de Villarejo Periesteban, Cuenca, pasando en 1930 a Párroco de La Fuensanta, siendo muy querido y respetado por todos.
Al iniciarse la Guerra Civil se refugio en casa de su hermana en su pueblo natal. Pocos días antes de ser apresado estuvo con su sobrina, la cual le dijo que se fuera del pueblo porque sería perseguido por los propios vecinos, a lo que respondió: Como Ministro de Jesucristo estoy dispuesto a sufrir con paciencia todo, como buen católico, teniendo en cuenta lo mucho que padeció Jesús, el Señor, en su pasión y muerte por todo el genero humano; y por tanto, nunca negaré mi profesió de sacerdote, estando dispuesto a sufrir todo cuanto Dios me tenga destinado... ¿qué vienen a por mí y me matan? Así estará dispuesto por el Ser Supremo....
El día 19 de septiembre, entre la ocho y nueve de la noche, se presentaron en casa de su hermana varios milicianos armados preguntando dónde estaba el cura que tenía escondido. Se hizo presente él mismo ante los milicianos, que lo detuvieron, le ataron fuertemente los brazos a la espalda y le hicieron subir a un automóvil para trasladarlos a Cuenca. Por el camino, a pesar de ser insultado y maltratado, conservó hasta el final gran tranquilidad, rezando el Santo Rosario. Escribió un interesante diario desde el principio de la revolución hasta el día de su muerte, perfilando día a día, el carácter impío, anticatólico y antinacional de la revolución marxista vivida en la zona republicana.
Murió asesinado el 19 de septiembre de 1936, cerca del cementerio de Cuenca, por ser sacerdote y por odio a la fe católica.
Se recuerda su muerte en su pueblo, en los pueblos que ejerció el ministerio sacerdotal y en la ciudad de Cuenca, teniéndolo como mártir.

Padre ALIRIO NAPOLEON MACIAS, MÁRTIR DEL SALVADOR



Cientos de personas de las diferentes Comunidades Eclesiales de Bases de El Salvador (CEBES), se dieron cita este 04 de agosto en San Esteban Catarina, Departamento de San Vicente, para conmemorar el Aniversario del martirio del sacerdote Alirio Napoleón Macías.

Alirio nació el 10 de noviembre de 1941, años más tarde cursó el Seminario Pío XII y San José de la Montaña, del que llegó a ser Rector. Fue ordenado sacerdote el 21 de marzo de 1965.
Perteneció a la generación de sacerdotes que desde fines de los años sesenta, inspirados en la Teología de la Liberación y su opción preferencial por los pobres, se destacaron en el trabajo pastoral de concientización y organización de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).


Este año en el marco de un nuevo Aniversario de Alirio, Esperanza de Carrillo, originaria de San Esteban, quien compartió el trabajo pastoral con el sacerdote manifiesto que “él comenzó preocupándose por formar grupos para coros porque aquí estaba bien muerto todo, entonces él llego a despertar la mente de la gente, nos encariñamos y confiamos en él porque veíamos su inquietud, su trabajo y aprovechamos nosotros a incorporarnos a la pastoral, a formarnos como catequistas y celebradores de la palabra”.El padre Alirio fue un hombre dedicado a la causa de su pueblo y de un gran sentido religioso de oración, “como buen pastor comenzó a visitar los caseríos y cantones haciendo lo mismo que hacía en la parroquia”, recuerda Carrillo.También realizó retiros espirituales, donde no solamente se trataban temas religiosos, si no que se discutía sobre las necesidades inmediatas de las comunidades, que vivían en extrema pobreza. Como una forma de contrarrestar dicha pobreza en las comunidades, el P. Alirio “creo proyectos de salud, agricultura, alfabetización, de luz y de agua… el P. Macías se condolía, el era de los pobres y hacia todo lo que podía por nosotros. Gracias a su esfuerzo tenemos todo esto”, afirmó Carrillo.Pero todo el trabajo pastoral que Alirio realizó le costó la vida. El 04 de agosto de 1979, mientras se dedicaba como buen sacerdote a limpiar el altar y la Iglesia; se dio cuenta que ya estaban los que lo iban a martirizar frente al templo.De acuerdo a los testimonios de los testigos el padre señaló: "Son judiciales, ¡cuidado! Y al poco momento disparaban las armas dentro de la iglesia, fingiendo una visita íntima a él. El padre Alirio cayó acribillado entre la sacristía y el altar. Su querida mamá, con la angustia de esta situación, corrió y dice que todavía lo vio abrir los ojos. De su nariz salían dos chorros de sangre, y murió... El asesinato del padre Alirio, como muchos otros cometidos antes y durante la Dictadura, nunca fue investigado a profundidad, por lo que continúa en la impunidad hasta hoy.Sin embargo a 30 años de su martirio su presencia continúa viva en las comunidades de bases, no solo por recordarlo, sino por vivir como comunidades, por reencarnar de alguna manera el testimonio profético que nos deja el P. Alirio Napoleón Macías.

Iqbal Masih Asesinado el 16 de abril de 1995, en Pakistán,a los 12 años

IQBAL MASIH, mártir católico
en la lucha contra la Esclavitud Infantil en el mundo.
Asesinado el 16 de abril de 1995, en Pakistán,
cuando tenía 12 años. [1983-1995]



Breve Historia de Iqbal Masih:

Iqbal Masih tenía cuatro años cuando su padre le vendió a una fábrica de alfombras de Punjab porque necesitaba un préstamo para pagar la boda del hijo mayor.

Para saldar al deuda Iqbal trabajaba doce horas al día trenzando alfombras por un a rupia diaria. Sin embargo, con los intereses desorbitados, la deuda no para de crecer. A los 10 años Iqbal asistió a un mitin sobre derechos humanos y su vida cambió radicalmente. Consiguió la libertad a través de una campaña del Frente de Liberación del Trabajo Forzado y se convirtió en un activo luchador contra el trabajo cautivo.

En abril de 1995, cuando tenía 12 años, Iqbal fue asesinado a tiros cerca de Lahore. La mafia de las alfombras fue acusada del brutal crimen.

martes, 16 de noviembre de 2010

GERARDO POBLETE, SACERDOTE MÁRTIR DE CHILE





La historia escondida del crimen del Padre Gerardo Poblete. La muerte por torturas del salesiano, ocurrida el 21 de octubre de 1973, se ocultó todos estos años bajo el manto de una traición de varios sacerdotes de la congregación al octavo mandamiento. Los restos del padre Poblete serán exhumados mañana, para que por fin la verdad sea oficial. Hay pecados que matan.Ese domingo 21 de octubre de 1973, el padre Maximiano Ortúzar Cariola -director de la comunidad salesiana en Iquique- alcanzó a escuchar en la comisaría el susurro del sacerdote Gerardo Poblete Fernández, de la misma congregación: "Me están golpeando", dijo.El salesiano estaba esposado y revolcado. Eran cerca de las siete de la tarde. En la ciudad permanecía el general Sergio Arellano con su Caravana de la Muerte. Lo acompañaba el general Carlos Forestier, jefe de zona en Estado de Sitio y comandante de la VI División del Ejército, con asiento en Iquique. El general Augusto Pinochet había dejado esa ciudad la tarde del día anterior en dirección a Antofagasta. Allí lo enfrentó el general Joaquín Lagos para protestarle por los 56 crímenes que, horas antes, habían cometido Arellano y su comitiva en Copiapó, Antofagasta y Calama, como "oficial delegado" del propio Pinochet.Cien kilómetros al norte, en el campo de prisioneros de Pisagua -bajo el mando superior de Forestier-, ya habían sido asesinados 11 prisioneros en falsos consejos de guerra y fugas inventadas. Ese mismo domingo 21 de octubre, Arellano y su gente habían viajado con Forestier a Pisagua en el helicóptero de la Caravana. A 40 días del golpe militar, el terror estaba instalado en Chile.Ese mismo domingo, una hora después, el padre Poblete murió destrozado internamente por las torturas.




Un reguero de sangre en un pasillo de la comisaría fue el último rastro que dejó. Ortúzar vio su sangre en el piso. Apareció el mayor de Carabineros Enzo Meniconi y le informó al superior salesiano de Iquique que Poblete había muerto. Ortúzar subió a la enfermería y lo vio tendido.




"Le vi el pecho y el abdomen totalmente amoratados", relató Ortúzar en la carta que el 19 de noviembre de 1989 le dirigió sobre el caso al provincial de los salesianos de Chile, Ricardo Ezzati.




La Propuesta.




Entonces Ortúzar, "queriendo salvar la honorabilidad de los carabineros jefes, que me parecían inocentes", propuso a los oficiales de policía decir que el padre Poblete había muerto accidentalmente de un ataque al corazón, lo que obviamente fue aceptado.Luego Ortúzar se comunicó al regimiento Carampangue con el comandante Martínez, encargado ahora de la "educación" en la provincia, y le preguntó qué debía informar sobre la muerte a los alumnos del Colegio Salesiano, a la familia del sacerdote y a sus superiores de la congregación en Santiago. El comandante habló antes con Carabineros y respondió a Ortúzar: "Diga que se murió de un ataque el corazón no más". Así fue informado a todos por éste al día siguiente.El miedo que sintió el padre Ortúzar fue superior al octavo mandamiento ("no mentirás ni levantarás falsos testimonios") y venció su voto sacerdotal. Dice que por eso propuso esa mentira. "Sentí miedo de todo lo que estaba pasando, porque si me dicen ‘me están golpeando', como me dijo el padre Poblete, pensé que querrían golpearnos a todos. No sabía qué estaba pasando", fue su respuesta tranquila cuando lo visitamos en su casa de retiro en una dependencia salesiana de Lo Cañas, en La Florida."Ese primer momento fue de angustia total para mi y no sabía qué decir. Encontraba que había habido brutalidad de los subalternos y merecían todo el castigo, pero internamente, no ante la opinión pública. La situación estaba muy tensa y ya las Brigada Ramona Parra se habían querido tomar el colegio. Me pareció que se iba a utilizar de muy mala forma y que no solamente se querría hacer justicia, sino tomar venganza y hacer un movimiento... no sé ...temía algo más grave", agregó.




Echarle Tierra.




Pese a la versión de Ortúzar, al miércoles siguiente el general Forestier dictó el bando "aclaratorio" Nº5, publicado en la prensa de Iquique el jueves 24 de octubre, en que comunicó que Poblete murió por lesiones "al resbalar en la pisadera, cayendo pesadamente al pavimento" desde el furgón que ese domingo lo trasladaba esposado desde el Colegio Salesiano a la comisaría. Esa fue la versión oficial.Junto al sacerdote, quien era profesor de filosofía titulado en la Universidad Católica, ese día fue detenido el joven seminarista Ricardo Salgado Torres, igualmente torturado en la comisaría pero sobreviviente. Era otro testigo de la brutal muerte de su amigo, el padre Poblete.Salgado permaneció 15 días en la cárcel de Iquique, acusado de ser un peligroso marxista, al igual que Poblete. Salgado contó a La Nación Domingo que unos meses después, cuando el verano de 1974 expiraba, Ortúzar se paró una tarde enfrente suyo mientras caminaba por la costanera junto al salesiano Giavonne Cavaggione, y le dijo "te tengo buenas noticias, vengo de la casa del fiscal militar (Mario Acuña Riquelme) y llegamos a un acuerdo, se cierra el caso en contra tuya, pero hay que echarle tierra a la muerte del padre Poblete"."No fui capaz de darle un puñete, pero le eché un par de garabatos", contó el ex seminarista rememorando ese encuentro, diálogo que el padre Ortúzar negó.Salgado afirma que poco tiempo después, el Colegio Salesiano de Iquique sirvió de punto para espiar a los habitantes, admitiéndose en él la "visita" de militares vestidos de civil que husmeaban las casas vecinas."En 1974, Ortúzar y Aliaga (Ulises, sacerdote subdirector de la comunidad salesiana de Iquique) autorizaron para que usaran el colegio como mirador para vigilar a personas que les parecían sospechosas. Había agentes militares del Ejército de civil dentro del colegio que pasaban adentro días enteros. Yo me cruzaba con ellos", acusa Salgado. "Eso es falso", replicó el padre Ortúzar cuando le consultamos.El seminarista Salgado estaba acongojado con el crimen de su amigo, pero más le atormentaba el alma lo que estaba descubriendo entre sus superiores de la orden salesiana.




Comisión Pinochet.




El director Ortúzar informó de la muerte a sus superiores a Santiago: "Llamé a Santiago, si no me equivoco me atendió el padre Tomás González, vicario inspectorial. Le dije exactamente lo que me dijo el comandante Martínez. En esos momentos no me atreví a dar una información distinta a la que me ordenó el comandante", relató Ortúzar en la referida carta a Ricardo Ezzati, tal como lo confirmó a nuestro diario. "No podía decir otra cosa", dijo.No obstante, el vicario González supo pronto la verdad y viajó a Iquique. Semanas después y por gestiones de la congregación en Santiago, el 8 de diciembre de 1973 llegaba a Iquique una "comisión investigadora" del caso Poblete, enviada por Pinochet a nombre de la Junta Militar. La integraban el coronel Nehemías Vega Hernández y el capitán Jorge Acuña Ahumada.En tanto, si bien el informe de la autopsia al cuerpo -practicada por Pedro Pulgar Melgarejo, forense del Servicio Médico Legal de Iquique- se acercó a la verdad, al informar que la causa de la muerte de Poblete fue por "anemia aguda generalizada debido a hemorragias agudas por desgarros pulmonares originados por fracturas costales torácicas, y hemorragia aguda del hemisferio cerebral izquierdo con inundación sanguínea", se sumó a las filas del ocultamiento al agregar que esas lesiones fueron causadas "como consecuencia de accidente casual al caerse pesadamente al pavimento desde el furgón Nº693".Estaba claro. La verdad sobre la muerte del padre Poblete no se sabría, de ninguna manera. La excusa de su detención y la de Salgado fue que miraban con prismáticos desde lo alto del colegio hacia el regimiento Granaderos, y que en su dormitorio se encontraron libros de marxismo y "objetos contundentes".




Obispo Agradecido.




El obispo de Iquique, el diocesano José del Carmen Valle (hoy fallecido), ya estaba enterado de la verdadera causa de la muerte del padre Poblete cuando la comisión investigadora llegó a Iquique.A pesar de su versión distorsionada, el padre Ortúzar dice que ya le había contado al obispo Valle lo que realmente le sucedió al salesiano. Lo hizo "muy enojado" -según él-, por el bando del general Forestier "que habló muy mal del padre Poblete". Por ello, cuando el 17 de diciembre de 1973 Valle le dirigió una carta a los dos enviados de Pinochet a Iquique, ya sabía todo.Sin embargo les escribió: "Distinguidos señores, al informarme ustedes sobre la comisión que les encomendara la Honorable Junta de Gobierno, no puedo más que comprobar una vez más la rectitud y buena voluntad de nuestra autoridad nacional en conducir los asuntos de la vida ciudadana, y mantener las mejores relaciones con la Iglesia. Prueba de ello es la diligencia y seriedad con que se ha acogido y con que se quiere dar plena satisfacción a la solicitud de la Conferencia Episcopal, sobre el lamentable suceso de la muerte del padre Gerardo Poblete".Valle fue más allá: "Aprovecho esta oportunidad para reiterar la disposición del clero y de su obispo de esta diócesis de Iquique, para colaborar en el bien común de Chile en armonía con sus legítimos representantes (…) Por fin, ruego a ustedes presentar respetuoso saludo y sincero agradecimiento a la Honorable Junta de Gobierno, cuyo veredicto (pareciéndome interpretar también así a toda la Conferencia Episcopal) espero con tranquilidad y confianza. Atte. y SS. José del Valle Gallardo, obispo de Iquique".

Beato Padre Jerzy Popieluszko, Mártir de la Fe



"El padre Popieluszko es beatificado como ejemplo de la defensa de derechos y de la dignidad humana, también como modelo del diálogo y reconciliación", dijo el Arzobispo metropolitano de Varsovia, Mons. Kazimierz Nycz. El P. Popieluszko es hoy símbolo por su apoyo a la oposición democrática en la Polonia comunista y por sus "misas por la patria" durante la ley marcial, al inicio de los años 80’s, cuando desafiando a las autoridades utilizaba el púlpito para criticar a la dictadura comunista y gritar por la libertad, en unas homilías llenas de referencias a Juan Pablo II.

"Su calvario no podía matar la verdad. La trágica muerte de nuestro mártir fue el comienzo de la una reconversión general de los corazones al Evangelio", dijo monseñor Angelo Amato, delegado del Papa para la beatificación del sacerdote polaco. Por su parte, el arzobispo de Varsovia, Kazimierz Nycz, afirmó que "es un gran día para la Iglesia de Polonia y para toda la patria".

Nycz agradeció a la madre de Popieluszko, Marianna, presente en la Plaza Pilsudski, por haber dado al país un hijo "sacerdote y mártir". Con ocasión de la beatificación, el semanario católico polaco Niedziela ha publicado una entrevista con Marianna, la madre del sacerdote mártir asesinado por el régimen comunista, quien recordó la infancia y los años juveniles de su hijo.

“Desde niño – relató – Jerzy rezaba en casa con toda la familia. Siempre hemos rezado todos juntos. Cada miércoles rezábamos ante la imagen de María del Perpetuo Socorro, cada viernes la oración era ante el Sagrado Corazón de Jesús, mientras que cada sábado rezábamos ante la Virgen de Czestochowa”.

En la entrevista, Marianna recuerda también que Niepokalanów (que significa Ciudad de la Inmaculada), en las cercanías de Varsovia, donde hay una comunidad religiosa católica fundada en 1927 por el padre Maximiliano Kolbe, era el lugar privilegiado de Popiełuszko. “Tras el examen final del Liceo, Jerzy – prosiguió – fue a Varsovia al Seminario Mayor para entregar los documentos. Recuerdo que mi hijo leía mucho el Rycerz Niepokalanej (Miles Immaculatae), la revista mariana fundada por san Maximiliano María Kolbe. Para Jerzy, san Maximiliano María Kolbe era el más grande ejemplo de sacerdote”.

“La muerte de Jerzy – prosiguió la madre del sacerdote muerto por el régimen comunista – ha sido para mí el dolor más grande. Pero no juzgo a nadie. Dios juzga. La alegría más grande será para mí cuando las personas que mataron a Jerzy se conviertan”. A la pregunta de si reza por intercesión de su hijo, la mujer respondió: “yo rezo a Dios. Hay que rezar cada día. Muchas veces he rezado por intercesión de Jerzy Popiełuszko, mi hijo, y me ha ayudado. Jerzy sabía que Dios es la presencia más importante en la vida”.

Daniele Badiali, sacerdote mártir, camino de los altares

Hoy se inicia la beatificación de Daniele Badiali, sacerdote asesinado en Áncash

Viernes 19 de marzo de 2010 - 07:39 am

Ayer se cumplieron 13 años de la muerte de este religioso italiano que ofreció su vida para salvar el rapto de una joven tras una misa en el Callejón de Conchucos. Les presento una página en la que sus “amigos” comparten sus ideales de solidaridad y de santidad. También se puede escuchar una bella canción compuesta por él que es todo un alegato de entrega.

http://www.facebook.com/pages/Padre-Daniele-Badiali/129779133827

http://www.youtube.com/watch?v=O35iygwaKHU&feature=related

Canzone scritta da Padre Daniele Badiali e coverizzata da alcuni ragazzi del gruppo OMG di Faenza.

Para muchas personas, Daniele Badiali no tenía por qué haber dejado, en 1991, la tranquila ciudad de Faenza, al noreste de Italia, para viajar a la pobreza extrema en San Luis, distrito ancashino de Huari. Badiali no tenía por qué haberse ordenado sacerdote en el Perú y escoger nuestro país como sede de su misión. Tampoco tenía por qué ofrecerse ese 16 de marzo de 1997, a la salida de una misa en Yauya, como rehén de un secuestro para salvar la vida de una joven italiana. Para muchas personas, Badiali no tenía por qué hacer ninguno de estos sacrificios que acabaron con su vida hace trece años. Sin embargo, para Badiali la razón se resumía en una frase: amor a Dios.

Ayer se cumplieron trece años de la partida del padre Daniele Badiali, con la noticia de que mañana se iniciará en Italia el proceso de su beatificación y, si Dios quiere, canonización. El anuncio fue hecho por monseñor Claudio Stagni, obispo de Faenza, quien oficiará una misa especial en la ciudad natal del padre Daniele.

La ceremonia religiosa, que se iniciará a las 2 p.m., hora peruana, será precedida por un Vía Crucis que se iniciará en la Iglesia de Ronco, localidad donde Badiali creció y está enterrado. Las prédicas del padre cosecharon creyentes incluso a miles de kilómetros de donde ejercía su sacerdocio.

En la red social Facebook personas de diferentes países se han dedicado a rescatar sus escritos. Sus sencillas y profundas enseñanzas no tienen límite de tiempo ni espacio.

LECCIÓN DE FE
Bastaron seis años de sacerdocio para ser considerado un apóstol en el Callejón de Conchucos. Junto al padre Ugo di Censi, párroco del pequeño poblado de Chacas y fundador del grupo de misioneros Operación Mato Grosso, el padre Daniele usaba su guitarra para componer canciones de alabanza a Dios y llegar así a los jóvenes ancashinos.

Badiali llegó al Perú en 1991 para quedarse. Sin embargo, Marco Antonio Arana, un ex chofer del grupo misionero, había planeado su fin.

El domingo 16 de marzo de 1997, cuando regresaba al distrito de San Luis con varias personas luego de oficiar una misa en Yauya, fue interceptado por Arana y tres personas más. Ante la intención de secuestrar a la italiana Rosa María Picotzzi, el padre se ofreció como rehén. Esa fue la última vez que el pueblo lo vio con vida. Dos días después su cuerpo fue hallado con un disparo en la cabeza al borde de una carretera a pocos kilómetros de donde fue secuestrado.

Han pasado trece años de su muerte. Y a pesar de que no lo buscaba en vida, Badiali se convirtió en un mártir.

Mártires Oblatos de España

Madrid, 28 de noviembre, 1936

“Al brillante y glorioso ejército de los mártires pertenecen no pocos cristianos españoles asesinados por odio a la fe en los años 1936-1939, (…) por la inicua persecución desencadenada contra la Iglesia, contra sus miembros y sus instituciones. Con particular odio y ensañamiento fueron perseguidos los obispos, los sacerdotes y los religiosos cuya única culpa –si se puede hablar así- era la de creer en Cristo, anunciar el Evangelio y llevar al pueblo por el camino de la salvación. Eliminándolos, esperaban, los enemigos de Cristo y de su doctrina, hacer desaparecer totalmente la Iglesia del suelo de España” (Juan Pablo II, Causas de los Santos, 1992).


VICTIMAS DE LA PERSECUÓN RELIGIOSA

El trienio 1936 – 1939 fue sangriento y martirial para la Iglesia en España. En esa persecución religiosa hubo miles de personas que sufrieron muerte violenta, que fueron torturadas y fusiladas exclusivamente por su condición de creyentes, porque vestían una sotana o un hábito, por ser sacerdotes o religiosos que tenían una actividad pastoral en parroquias, en centros de enseñanza u hospitales, o por ser laicos fervientes, comprometidos con su fe en Jesucristo.
El sacerdote y periodista Antonio Montero, actualmente Arzobispo emérito, en su tesis doctoral Historia de la persecución religiosa en España presenta una estadística de 6.832 eclesiásticos sacrificados en esa persecución: 12 obispos, 4.172 sacerdotes del clero secular; 2.365 religiosos y 283 religiosas. No ha sido posible presentar una cifra aproximada de los laicos católicos asesinados por su condición de creyentes.
Es legítimo hablar de martirio en sentido propio y genuino. Así lo hicieron en su día tanto los obispos españoles como el mismísimo papa Pío XI. Así lo ha entendido el buen pueblo creyente que presenció los acontecimientos y que está esperando que un día lo proclame la Santa Iglesia.

RELATO MARTIRIAL DE POZUELO

Dentro de este clima general de odio y fanatismo antirreligioso es preciso encuadrar el martirio de 22 Oblatos: padres, hermanos y escolásticos, de Pozuelo de Alarcón (Madrid).
Los Misioneros Oblatos de María Inmaculada se habían establecido en el barrio de la Estación de Pozuelo en 1929. Ejercían su ministerio, en calidad de capellanes, en tres comunidades de religiosas. Colaboraban pastoralmente también en las parroquias del entorno: ministerio de la reconciliación y predicación, especialmente en Cuaresma y Semana Santa. Los escolásticos oblatos impartían la catequesis en cuatro parroquias vecinas y la coral oblata solemnizaba las celebraciones litúrgicas.
Esa actividad religiosa comenzó a inquietar a los comités revolucionarios (socialistas, comunistas y sindicalistas, laicistas radicales) del barrio de la Estación. Con gran preocupación fueron comprobando que los “frailes” (así los llamaban) eran la locomotora que animaba la vida religiosa en Pozuelo y alrededores.
Era irritante y provocador para ellos que los religiosos fueran por la calle en sotana y además con su cruz oblata muy visible a la cintura.
Por todas estas actividades, exclusivamente religiosas, el Seminario de los Misioneros Oblatos se fue haciendo cada vez más odioso a esos grupos marxistas.
La comunidad religiosa de los Oblatos no se dejó intimidar. Lo que hizo fue extremar las medidas de prudencia, de serenidad, de calma, tomando el compromiso de no responder a ningún insulto provocador. Y, por supuesto, ningún religioso se mezcló con actividades políticas ni siquiera ocasionalmente. Pero eso sí, se mantuvo el programa de formación espiritual e intelectual sin renunciar a las diversas actividades pastorales que formaban parte del programa de formación sacerdotal y misionera de los escolásticos.
A pesar de que las consignas revolucionarias eran cada vez más agresivas, los Superiores Oblatos no se imaginaban que las cosas pudieran llegar a donde llegaron. No les cabía en la cabeza que algún día pudieran ser víctimas de tanto odio por su fe en Dios y por ser heraldos de Jesucristo.
El 20 de julio de 1936 las juventudes socialistas y comunistas se echaron a la calle y comenzaron nuevos incendios de iglesias y conventos, particularmente en Madrid.
Los milicianos de Pozuelo, por su parte, asaltaron la capilla del barrio de la Estación, sacaron a la calle los ornamentos e imágenes y les prendieron fuego con gran orgía sacrílega. Incendiaron luego la capilla y repitieron la escena en la Parroquia del pueblo.
El 22 de julio, a las tres de la tarde, un nutrido contingente de milicianos, armados de escopetas y pistolas, asaltó el convento. Lo primero que hicieron fue detener a los religiosos, eran 38, recluirlos en una habitación reducida y tenerlos muy vigilados, encañonándolos con las armas. Fue un momento de tensión terrible en el que todos creyeron que les había llegado la hora de la muerte. De la actitud nerviosa, grosera y descompuesta de los milicianos no podían esperar otra cosa.
Acto seguido los milicianos procedieron al registro minucioso de la casa en busca de armas. Lo único que hallaron fueron cuadros religiosos, imágenes, crucifijos, rosarios y ornamentos sagrados. Desde los pisos superiores, todo eso fue arrojado por el hueco de la escalera a la planta baja para destruirlo con el fuego en medio de la calle.
Los Oblatos fueron hechos prisioneros en su propia casa, concentrándolos en el comedor, cuyas ventanas tenían rejas. Fue su primer calabozo.

PRIMERAS VÍCTIMAS

El día 24, sobre las tres de la mañana, se producen las primeras ejecuciones. Sin interrogatorio, sin acusación, sin juicio, sin defensa, llamaron a siete religiosos y los separaron del resto. Los primeros sentenciados fueron:

Juan Antonio PÉREZ MAYO , sacerdote, profesor, 29 años.
Manuel GUTIÉRREZ MARTÍN , h. escolástico subdiácono, 23.
Cecilio VEGA DOMÍNGUEZ , h. escolástico, subdiácono, 23.
Juan Pedro COTILLO FERNÁNDEZ , h. escolástico, 22.
Pascual ALÁEZ MEDINA , h. escolástico 19.
Francisco POLVORINOS GÓMEZ , h. escolástico, 26.
Justo GONZÁLEZ LORENTE , h. escolástico, 21.

Sin explicación de ninguna clase fueron introducidos en dos coches y llevados al martirio.
El resto de los religiosos permanecieron presos en el convento y dedicaban sus horas de espera a rezar y prepararse a bien morir.
Alguien, probablemente el alcalde de Pozuelo, comunicó a Madrid el riesgo que corrían los demás y ese mismo día 24 de julio llegó un camión de Guardias de Asalto con orden de llevar a los religiosos a la Dirección General de Seguridad. Al día siguiente, tras cumplir unos trámites, inesperadamente quedaron en libertad.

CLANDESTINIDAD Y CALVARIO EN MADRID

Buscaron refugio en casas particulares. El Provincial se arriesgaba y desvivía por darles ánimo y llevarles la comunión. Pero en el mes de octubre, orden de busca y captura, fueron detenidos nuevamente y llevados a la cárcel.
Allí soportaron un lento martirio de hambre, frío, terror y amenazas. Hay testimonios de algunos supervivientes de cómo aceptaron con heroica paciencia esa difícil situación que les hacía entrever la posibilidad del martirio. Reinaba entre ellos la caridad y el clima de oración silenciosa.
En el mes de noviembre llegaría el final de aquel calvario para la mayoría de ellos.
El día 7 fue fusilado el padre José VEGA RIAÑO , sacerdote y formador, de 32 años, y el hermano escolástico Serviliano RIAÑO HERRERO , de 30. Éste, al ser llamado por los verdugos, pudo acercarse a la celda del P. M. Martín y pedirle la absolución sacramental por la mirilla.

LA MATANZA EN PARACUELLOS

Veinte días después tocaría el turno a los otros trece. El procedimiento fue el mismo para todos. No hubo acusación, ni juicio, ni defensa, ni explicaciones. Sólo la proclamación de sus nombres a través de potentes altavoces:

Francisco ESTEBAN LACAL , Superior Provincial, 48 años.
Vicente BLANCO GUADILLA , Superior Local, 54 años.
Gregorio ESCOBAR GARCÍA, sacerdote recién ordenado, 24 años.
Juan José CABALLERO RODRÍGUEZ , h. escolástico, subdiácono, 24 años.
Publio RODRÍGUEZ MOSLARES , h. escolástico, 24 años.
Justo GIL PARDO , h. escolástico, diácono, 26 años.
Ángel Francisco BOCOS HERNÁNDEZ , h. coadjutor, 53 años.
Marcelino SÁNCHEZ FERNÁNDEZ , h. coadjutor, 26 años.
José GUERRA ANDRÉS , h. escolástico, 22 años.
Daniel GÓMEZ LUCAS , h. escolástico, 20 años.
Justo FERNÁNDEZ GONZÁLEZ , h. escolástico, 18 años.
Clemente RODRÍGUEZ TEJERINA , h. escolástico, 18 años.
Eleuterio PRADO VILLARROEL , h. coadjutor, 21 años.

Se sabe que el 28 de noviembre de 1936 fueron sacados de la cárcel, conducidos a Paracuellos de Jarama y allí ejecutados. Un escolástico que iba en otro camión, atado codo con codo al P. Delfín Monje y que fueron misteriosamente indultados cerca del lugar de la ejecución, dijo a su compañero: Padre, me de la absolución general y usted rece el acto de contrición, que nosllega el fin. El padre, 18 años más tarde, se lamentaba: ¡Lastima no haber muerto entonces! ¡Nunca estaré tan bien preparado!
No ha sido posible obtener información directa de testigos oculares del momento de la ejecución de esos 13 Siervos de Dios. Tan sólo el enterrador declaró: Estoy completamente convencido de que el 28 de noviembre de 1936 un sacerdote o religioso pidió a las milicias que le permitieran despedir a todos sus compañeros y darles la absolución, gracia que le fue concedida. Una vez que hubo terminado, pronunció en alta voz estas palabras: “Sabemos que nos matáis por católicos y religiosos. Lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de corazón. ¡Viva Cristo Rey!”
Había algunos religiosos más de otros Institutos, de esa misma "saca", que fueron fuislados conjuntamente; pero, por las señas que dio este testigo, parece que fue el P. Provincial de los Oblatos el protagonista de este gesto. Otros quieren atribuirlo al P. Avelino, Provincial de los Agustinos.
El neo-sacerdote Gregorio Escobar había escrito a su familia :
“Siempre me han conmovido hasta lo más hondo los relatos del martirio que siempre han existido en la Iglesia, y siempre al leerlos un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte que ellos. Ese sería el mejor sacerdocio a que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada cual a Dios su propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe ¡Qué dicha sería la de morir mártir!”

Consta en el proceso diocesano que todos murieron haciendo profesión de fe y perdonando a sus verdugos y que, a pesar de las torturas psicológicas durante el cruel cautiverio, ninguno apostató, ni decayó en la fe, ni se lamentó de haber abrazado la vocación religiosa.
Por eso, en perfecta unanimidad, sus familiares, sus hermanos Oblatos y el pueblo cristiano, conocedor de su fidelidad hasta la muerte, los han tenido por mártires desde el primer momento y desean y piden a Dios para que la Iglesia los reconozca y presente a todos los fieles como auténticos mártires cristianos.

La Causa de canonización, que en su etapa diocesana se clausuró en Madridel 11 de enero de 2000, se encuentra ahora en Roma a la espera de la decisión de la Santa Sede para incluir en el Catálogo de los Mártires a estos 22 Oblatos Siervos de Dios.

Su Santidad el Papa Benedicto XVI

Su Santidad el Papa Benedicto XVI
el viernes 17 de septiembre del 2010 y aprecia los nichos de los mártires del siglo XX, incluyendo a Mons. Romero Abadía de Westminster en Londres