Madrid, 28 de noviembre, 1936
“Al brillante y glorioso ejército de los mártires pertenecen no pocos cristianos españoles asesinados por odio a la fe en los años 1936-1939, (…) por la inicua persecución desencadenada contra la Iglesia, contra sus miembros y sus instituciones. Con particular odio y ensañamiento fueron perseguidos los obispos, los sacerdotes y los religiosos cuya única culpa –si se puede hablar así- era la de creer en Cristo, anunciar el Evangelio y llevar al pueblo por el camino de la salvación. Eliminándolos, esperaban, los enemigos de Cristo y de su doctrina, hacer desaparecer totalmente la Iglesia del suelo de España” (Juan Pablo II, Causas de los Santos, 1992).
VICTIMAS DE LA PERSECUÓN RELIGIOSA
El trienio 1936 – 1939 fue sangriento y martirial para la Iglesia en España. En esa persecución religiosa hubo miles de personas que sufrieron muerte violenta, que fueron torturadas y fusiladas exclusivamente por su condición de creyentes, porque vestían una sotana o un hábito, por ser sacerdotes o religiosos que tenían una actividad pastoral en parroquias, en centros de enseñanza u hospitales, o por ser laicos fervientes, comprometidos con su fe en Jesucristo.
El sacerdote y periodista Antonio Montero, actualmente Arzobispo emérito, en su tesis doctoral Historia de la persecución religiosa en España presenta una estadística de 6.832 eclesiásticos sacrificados en esa persecución: 12 obispos, 4.172 sacerdotes del clero secular; 2.365 religiosos y 283 religiosas. No ha sido posible presentar una cifra aproximada de los laicos católicos asesinados por su condición de creyentes.
Es legítimo hablar de martirio en sentido propio y genuino. Así lo hicieron en su día tanto los obispos españoles como el mismísimo papa Pío XI. Así lo ha entendido el buen pueblo creyente que presenció los acontecimientos y que está esperando que un día lo proclame la Santa Iglesia.
RELATO MARTIRIAL DE POZUELO
Dentro de este clima general de odio y fanatismo antirreligioso es preciso encuadrar el martirio de 22 Oblatos: padres, hermanos y escolásticos, de Pozuelo de Alarcón (Madrid).
Los Misioneros Oblatos de María Inmaculada se habían establecido en el barrio de la Estación de Pozuelo en 1929. Ejercían su ministerio, en calidad de capellanes, en tres comunidades de religiosas. Colaboraban pastoralmente también en las parroquias del entorno: ministerio de la reconciliación y predicación, especialmente en Cuaresma y Semana Santa. Los escolásticos oblatos impartían la catequesis en cuatro parroquias vecinas y la coral oblata solemnizaba las celebraciones litúrgicas.
Esa actividad religiosa comenzó a inquietar a los comités revolucionarios (socialistas, comunistas y sindicalistas, laicistas radicales) del barrio de la Estación. Con gran preocupación fueron comprobando que los “frailes” (así los llamaban) eran la locomotora que animaba la vida religiosa en Pozuelo y alrededores.
Era irritante y provocador para ellos que los religiosos fueran por la calle en sotana y además con su cruz oblata muy visible a la cintura.
Por todas estas actividades, exclusivamente religiosas, el Seminario de los Misioneros Oblatos se fue haciendo cada vez más odioso a esos grupos marxistas.
La comunidad religiosa de los Oblatos no se dejó intimidar. Lo que hizo fue extremar las medidas de prudencia, de serenidad, de calma, tomando el compromiso de no responder a ningún insulto provocador. Y, por supuesto, ningún religioso se mezcló con actividades políticas ni siquiera ocasionalmente. Pero eso sí, se mantuvo el programa de formación espiritual e intelectual sin renunciar a las diversas actividades pastorales que formaban parte del programa de formación sacerdotal y misionera de los escolásticos.
A pesar de que las consignas revolucionarias eran cada vez más agresivas, los Superiores Oblatos no se imaginaban que las cosas pudieran llegar a donde llegaron. No les cabía en la cabeza que algún día pudieran ser víctimas de tanto odio por su fe en Dios y por ser heraldos de Jesucristo.
El 20 de julio de 1936 las juventudes socialistas y comunistas se echaron a la calle y comenzaron nuevos incendios de iglesias y conventos, particularmente en Madrid.
Los milicianos de Pozuelo, por su parte, asaltaron la capilla del barrio de la Estación, sacaron a la calle los ornamentos e imágenes y les prendieron fuego con gran orgía sacrílega. Incendiaron luego la capilla y repitieron la escena en la Parroquia del pueblo.
El 22 de julio, a las tres de la tarde, un nutrido contingente de milicianos, armados de escopetas y pistolas, asaltó el convento. Lo primero que hicieron fue detener a los religiosos, eran 38, recluirlos en una habitación reducida y tenerlos muy vigilados, encañonándolos con las armas. Fue un momento de tensión terrible en el que todos creyeron que les había llegado la hora de la muerte. De la actitud nerviosa, grosera y descompuesta de los milicianos no podían esperar otra cosa.
Acto seguido los milicianos procedieron al registro minucioso de la casa en busca de armas. Lo único que hallaron fueron cuadros religiosos, imágenes, crucifijos, rosarios y ornamentos sagrados. Desde los pisos superiores, todo eso fue arrojado por el hueco de la escalera a la planta baja para destruirlo con el fuego en medio de la calle.
Los Oblatos fueron hechos prisioneros en su propia casa, concentrándolos en el comedor, cuyas ventanas tenían rejas. Fue su primer calabozo.
PRIMERAS VÍCTIMAS
El día 24, sobre las tres de la mañana, se producen las primeras ejecuciones. Sin interrogatorio, sin acusación, sin juicio, sin defensa, llamaron a siete religiosos y los separaron del resto. Los primeros sentenciados fueron:
Juan Antonio PÉREZ MAYO , sacerdote, profesor, 29 años.
Manuel GUTIÉRREZ MARTÍN , h. escolástico subdiácono, 23.
Cecilio VEGA DOMÍNGUEZ , h. escolástico, subdiácono, 23.
Juan Pedro COTILLO FERNÁNDEZ , h. escolástico, 22.
Pascual ALÁEZ MEDINA , h. escolástico 19.
Francisco POLVORINOS GÓMEZ , h. escolástico, 26.
Justo GONZÁLEZ LORENTE , h. escolástico, 21.
Sin explicación de ninguna clase fueron introducidos en dos coches y llevados al martirio.
El resto de los religiosos permanecieron presos en el convento y dedicaban sus horas de espera a rezar y prepararse a bien morir.
Alguien, probablemente el alcalde de Pozuelo, comunicó a Madrid el riesgo que corrían los demás y ese mismo día 24 de julio llegó un camión de Guardias de Asalto con orden de llevar a los religiosos a la Dirección General de Seguridad. Al día siguiente, tras cumplir unos trámites, inesperadamente quedaron en libertad.
CLANDESTINIDAD Y CALVARIO EN MADRID
Buscaron refugio en casas particulares. El Provincial se arriesgaba y desvivía por darles ánimo y llevarles la comunión. Pero en el mes de octubre, orden de busca y captura, fueron detenidos nuevamente y llevados a la cárcel.
Allí soportaron un lento martirio de hambre, frío, terror y amenazas. Hay testimonios de algunos supervivientes de cómo aceptaron con heroica paciencia esa difícil situación que les hacía entrever la posibilidad del martirio. Reinaba entre ellos la caridad y el clima de oración silenciosa.
En el mes de noviembre llegaría el final de aquel calvario para la mayoría de ellos.
El día 7 fue fusilado el padre José VEGA RIAÑO , sacerdote y formador, de 32 años, y el hermano escolástico Serviliano RIAÑO HERRERO , de 30. Éste, al ser llamado por los verdugos, pudo acercarse a la celda del P. M. Martín y pedirle la absolución sacramental por la mirilla.
LA MATANZA EN PARACUELLOS
Veinte días después tocaría el turno a los otros trece. El procedimiento fue el mismo para todos. No hubo acusación, ni juicio, ni defensa, ni explicaciones. Sólo la proclamación de sus nombres a través de potentes altavoces:
Francisco ESTEBAN LACAL , Superior Provincial, 48 años.
Vicente BLANCO GUADILLA , Superior Local, 54 años.
Gregorio ESCOBAR GARCÍA, sacerdote recién ordenado, 24 años.
Juan José CABALLERO RODRÍGUEZ , h. escolástico, subdiácono, 24 años.
Publio RODRÍGUEZ MOSLARES , h. escolástico, 24 años.
Justo GIL PARDO , h. escolástico, diácono, 26 años.
Ángel Francisco BOCOS HERNÁNDEZ , h. coadjutor, 53 años.
Marcelino SÁNCHEZ FERNÁNDEZ , h. coadjutor, 26 años.
José GUERRA ANDRÉS , h. escolástico, 22 años.
Daniel GÓMEZ LUCAS , h. escolástico, 20 años.
Justo FERNÁNDEZ GONZÁLEZ , h. escolástico, 18 años.
Clemente RODRÍGUEZ TEJERINA , h. escolástico, 18 años.
Eleuterio PRADO VILLARROEL , h. coadjutor, 21 años.
Se sabe que el 28 de noviembre de 1936 fueron sacados de la cárcel, conducidos a Paracuellos de Jarama y allí ejecutados. Un escolástico que iba en otro camión, atado codo con codo al P. Delfín Monje y que fueron misteriosamente indultados cerca del lugar de la ejecución, dijo a su compañero: Padre, me de la absolución general y usted rece el acto de contrición, que nosllega el fin. El padre, 18 años más tarde, se lamentaba: ¡Lastima no haber muerto entonces! ¡Nunca estaré tan bien preparado!
No ha sido posible obtener información directa de testigos oculares del momento de la ejecución de esos 13 Siervos de Dios. Tan sólo el enterrador declaró: Estoy completamente convencido de que el 28 de noviembre de 1936 un sacerdote o religioso pidió a las milicias que le permitieran despedir a todos sus compañeros y darles la absolución, gracia que le fue concedida. Una vez que hubo terminado, pronunció en alta voz estas palabras: “Sabemos que nos matáis por católicos y religiosos. Lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de corazón. ¡Viva Cristo Rey!”
Había algunos religiosos más de otros Institutos, de esa misma "saca", que fueron fuislados conjuntamente; pero, por las señas que dio este testigo, parece que fue el P. Provincial de los Oblatos el protagonista de este gesto. Otros quieren atribuirlo al P. Avelino, Provincial de los Agustinos.
El neo-sacerdote Gregorio Escobar había escrito a su familia :
“Siempre me han conmovido hasta lo más hondo los relatos del martirio que siempre han existido en la Iglesia, y siempre al leerlos un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte que ellos. Ese sería el mejor sacerdocio a que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada cual a Dios su propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe ¡Qué dicha sería la de morir mártir!”
Consta en el proceso diocesano que todos murieron haciendo profesión de fe y perdonando a sus verdugos y que, a pesar de las torturas psicológicas durante el cruel cautiverio, ninguno apostató, ni decayó en la fe, ni se lamentó de haber abrazado la vocación religiosa.
Por eso, en perfecta unanimidad, sus familiares, sus hermanos Oblatos y el pueblo cristiano, conocedor de su fidelidad hasta la muerte, los han tenido por mártires desde el primer momento y desean y piden a Dios para que la Iglesia los reconozca y presente a todos los fieles como auténticos mártires cristianos.
La Causa de canonización, que en su etapa diocesana se clausuró en Madridel 11 de enero de 2000, se encuentra ahora en Roma a la espera de la decisión de la Santa Sede para incluir en el Catálogo de los Mártires a estos 22 Oblatos Siervos de Dios.