¿Qué es un mártir?
La palabra mártir viene del griego y significa testigo. Es utilizada por la Iglesia Católica para indicar a los que mueren por Cristo. Hoy se quiere emplear esta palabra para los que mueren por un ideal político, social, religioso o caritativo... Nada más inadecuado: pueden ser héroes, campeones o adalides, pero nunca mártires.
Para ser mártir se requieren las siguientes condiciones:
• por parte del perseguidor que mate a otro "per odium fidei" es decir, por odio a la Fe Católica o a una virtud cristiana. La enfermera que da su vida por cuidar a un enfermo es una heroína pero no una mártir, porque no la matan por odio a la Fe.
• por parte del que muere que sufra con absoluta pasividad, es decir, sin oponer resistencia alguna. Así, el que muere por la Patria es héroe, pero no mártir, porque muere defendiendo su vida.
• que sufra por amor a Jesucristo: por guardar los Mandamientos, por conservar la castidad, por no blasfemar... es decir por ser fiel a la Fe Católica. No se trata de sufrir o morir simplemente, sino de hacerlo por amor de Dios; por eso dice S. Agustín: “Martyrem non fecit pœna, sed causa”: es decir, no es la pena sino la causa lo que hace al mártir.
La virtudes más salientes y características de un mártir son: una paciencia a toda prueba, una fe heroica, una esperanza triunfal, una valentía excepcional y un amor ardoroso a Dios, a Jesucristo y a la Virgen María.
El mártir da testimonio de su Fe con su sangre, es decir, con el sacrificio de su vida. Esto supone dos cosas: estar convencido firmemente de la verdad de Dios y tenerle un gran amor. Niños, muchachos, delicadas vírgenes, adultos, ancianos, padecían horrorosos tormentos durante horas, durante días; sufrían en silencio, muchas veces jubilosos, dando testimonio con su sangre de su Fe y Amor a Dios.
Efectos del martirio
Son los siguientes:
• constituye el “bautismo de sangre” para quienes mueren sin haber recibido este sacramento.
• borra todos los pecados mortales cometidos.
• borra todos los pecados veniales y toda pena temporal (libra, por tanto, del Purgatorio).
• añade a su triunfo una “aureola” peculiar en el cielo.