Quiero rendir homenaje a los mártires que han dado su preciosa sangre por Cristo Sacramentado. A Cristo TODO EL HONOR, LA GLORIA, EL PODER POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. Amen
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sábado, 26 de noviembre de 2011
lunes, 21 de noviembre de 2011
Padre Miguel A. Pro, Mártir. Mi humilde homenaje para el 23 de Noviembre su fecha de martirio
El Siervo de Dios, Sacerdote Jesuita, Mártir
Memoria: 23 de Noviembre
Nace: 13 Enero 1891 Zacatecas México - Mártir: 1927.
Beatificado por Juan Pablo II: 25 Sept. 1988
Desde pequeño fue virtuoso y alegre. Entró en el noviciado jesuita a la edad de 20 años.
Fue exilado durante la revolución mexicana. Ordenado en Bélgica en 1925 a la edad de 36.
Regresó a México en 1926 sabiendo que la iglesia era perseguida y corría grave peligro. Además sufría del estómago. Ejerció un intenso ministerio bajo persecución hasta que en el 1927 fue acusado falsamente de estar involucrado en un atentado contra el dictador. Antes de que lo fusilaran perdonó a los verdugos. Murió, como muchos otros mártires mexicanos, gritando: "Viva Cristo Rey"
A  partir del año 1825, el gobierno mexicano estuvo gobernado por hombres  anticatólicos que quisieron exterminar la fe del país. Los buenos  sacerdotes, religiosas y laicos tuvieron mucho que sufrir.  Algunos  murieron mártires, entre ellos nuestro querido y venerable Padre Pro.
¿Quién es el Padre Miguel Pro?
Miguel  Agustín Pro nació el 13 de enero de 1891, de una familia acomodada. Su  padre era ejecutivo en una pequeña villa minera en el estado de  Zacatecas. A pesar de ello, Miguel creció con un corazón sencillo y  libre de prejuicios. Lo que más añoraba, cuando niño, era el recorrer  las minas para poder compartir con los trabajadores. Desde pequeño se  distinguió por un gran sentido del humor. Era un verdadero cómico por naturaleza, lo cual le ayudaría enormemente en su ministerio sacerdotal.
Antes  de terminar sus estudios Miguel comenzó a trabajar con su padre en la  oficina de la mina. Allí sus talentos naturales se fortificaron y  aprendió a hacer muchas cosas ya que captaba con gran facilidad los  detalles. Podía, por ejemplo escribir 100 palabras por minuto.
Se  hizo amigo de los mineros y pudo captar su modo de hablar y  comportarse, que se diferenciaban mucho de los de su propia casa. En  este amor a los pobres se ve la mano de Dios, ya que, años más tarde,  siendo perseguido por las autoridades, el Padre Pro utilizaría todo lo  aprendido en la niñez para defender a Dios y a la Iglesia.
Un talento que Miguel adquirió desde muy temprana edad fue el de caricaturista. Era  capaz de captar, de manera exagerada, las peculiaridades en las caras  de la gente. También aprendió a tocar la guitarra y el mandolín. 
Miguel  amaba a su familia, especialmente a sus dos hermanas, las cuales  entraron a la vida religiosa. Esto enfureció a Miguel. Viendo cuánto  había afectado a Miguel la entrada de sus hermanas al convento, su mamá  decidió invitarlo a un retiro. De allí salió Miguel transformado y  decidido a ser sacerdote jesuita.
El  11 de agosto de 1911 entró al seminario de El Llano, Michoacán. Tenía  veinte años. En esta época contrajo una enfermedad mortal, la cual supo  siempre ocultar muy bien detrás de su rostro alegre.
A  pesar de sus comedias y gran sentido del humor, Miguel fue un novicio y  religioso grandemente observador de la Regla y de sus estudios.
La persecución no detiene su vocación
En  una ocasión fue preciso que todos escaparan del seminario debido a la  persecución contra la Iglesia. Aquí comienza el capítulo en la vida de  Miguel Pro como héroe de la fe y genio en escurrirse de los opresores,  para poder cumplir cabalmente su vocación sacerdotal. 
El  riesgo se convirtió en el estilo de vida de los sacerdotes y religiosos  de México, ya que incluso se había prohibido la celebración de la Santa  Misa. Muchos fueron encarcelados, torturados y expulsados del país. Muy  pronto, Miguel junto con otros seminaristas, recibieron la noticia de  que debían marcharse y continuar sus estudios en California. Fue  entonces la última vez que Miguel vio a su mamá en este mundo. Después  de un tiempo, Miguel y sus compañeros embarcaron para España, en donde  estuvieron cinco años.
Fue ordenado sacerdote el 31 de agosto de 1925.
Regreso a una Iglesia de catacumbas
El  Padre Pro regresó a un México devastado. El pueblo cristiano resistía  los abusos de gobierno; ante lo cual el presidente Calles había decidido  gobernar con mano de hierro. Llegó, pues, a la capital, ciudad que se  convertiría en su parroquia y, cuyos parroquianos vivirían como en  catacumbas, siempre en secreto, en escondite continuo, huyendo de la  policía. 
Lo  primero que hizo fue encontrar a su padre y a sus hermanos. Luego  planeó la orientación del terreno y el método de operación. Y, enseguida  puso manos a la obra. Implementó cada truco que había aprendido, cada  disfraz para poder llevar a Cristo a las almas en medio de la severa  persecución. Le era necesario estar en continuas artimañas para lograr  evadir a la policía. Organizó Estaciones de Comunión a lo largo  de toda la ciudad; estas eran casas donde los fieles venían a recibir al  Señor en la Eucaristía. Los primeros viernes, el número de comuniones  sobrepasaba los 1,200. 
Se  celebraban Misas por toda la ciudad antes del amanecer, se apostaban  vigilantes por si llegaba la policía, con claves que cambiaban  constantemente, etc. Se juntaban los ricos y los pobres en unos cuartos  pequeños para adorar al Señor y recibirlo de manos de los sacerdotes.  Los que querían confesarse, tenían que llegar a los lugares señalados,  antes de la Misa; algunas veces a las 5:30 a.m. Era realmente una  Iglesia de catacumbas, como la de los primeros cristianos. Un verdadero testimonio de la fe.
Respecto  a la grave enfermedad que padecía el Padre Pro y que incluso lo había  llevado a hospitales y casas de convalecencia, le escribe a su Superior  Provincial: "Aquí el trabajo es  continuo y arduo. Únicamente puedo admirarme del gran Jefe que me  permite llevarlo a cabo. ¿Enfermedad? ¿Quejas? ¿Que si me cuido? Ni  siquiera tengo tiempo para pensar en semejantes cosas; y a la vez me  siento tan bien y tan fuerte, que de no ser por pequeños, pequeñísimos  atrasos, bien podría seguir así hasta el fin del mundo... Estoy  disponible para cualquier cosa, pero, si no hay objeción, solicitaría el  poder quedarme aquí".
En  este escrito se nota el gran amor que animaba el corazón del P. Pro: la  dependencia de Dios; el olvido propio en medio del dolor físico y del  peligro; el celo por el Señor y por su gente; y su obediencia a los  superiores, representantes auténticos de la Voluntad Divina para un  religioso.
El  presidente Calles y la policía trataban de acabar con estas  organizaciones secretas. Arrestaban a los católicos practicantes y en  especial a sus líderes, los torturaban y mataban. 
Ante  la persecución, el Padre Pro nunca dejó su ministerio sacerdotal. Se  valía de sus dones y, sobre todo, de su profunda fe para continuar  valientemente su ministerio. Hacía unas maniobras que desconcertaba a la  policía. He aquí algunas.
I)  Mientras la policía lo buscaba de casa en casa para matarlo, él, muy  campante, estaba en un teatro dictando conferencias espirituales a más  de cien muchachas del servicio. Y ninguna de ellas contó a nadie dónde  estaba el Padre Pro.
II)  Iba el Padre Pro en un taxi y, de pronto se dio cuenta de que la  policía lo venía persiguiendo en otro carro. –"Siga usted su viaje, sin  detenerse"– dijo al taxista –"que yo me lanzo a la calle". Y así lo  hizo. Pero para disimular el porrazo que se daba, echó luego a andar por  la calle con caminado de borracho y diciendo palabras sonoras. La  policía creyó que era un verdadero borracho y siguió adelante. Sólo unos  minutos después se dieron cuenta los agentes de que el tal "borrachito"  era el "Padre Pro", y se devolvieron corriendo, pero ya se les había  escapado.
III)  Un día en plena calle se dio cuenta de que unos policías venían en su  busca. Entró entonces a una farmacia y, tomando del brazo a una hermosa  señorita, le dijo: "Diga que es mi novia, porque, si no, me echan a la  cárcel"–. La señorita aceptó, y la policía al verlo del brazo con una  muchacha (él iba vestido de civil) creyó que éste no podía ser el padre  que ellos buscaban... Unos momentos después llegó el sargento y al  describirle ellos cómo era el "novio", les grito furioso: "¡Pues ese es  el cura Pro!". Corrieron a prenderlo, pero ya se les había escapado otra  vez.
IV)  Estando el Padre Pro en un alto edificio, presidiendo una reunión de  muchachos de Acción Católica, cuando menos pensaron, se hallaron con que  la policía había rodeado el edificio. El Padre se escondió en un  armario en el preciso momento en que entraba al salón el coronel, con  dos pistolas en las manos, preguntando por "El Cura Pro". Los muchachos  le dijeron que ellos no sabían dónde estaría dicho sacerdote, pero el  militar, lleno de furia les gritó: "Tienen un minuto para que me digan  dónde está ese padre, o los mato a todos". Mas en ese momento sintió que  le colocaban un cañón frío en la nuca. Era el Padre Pro, que había  salido del armario. 
![]() El Padre Pro rezando antes de ser fusilado. Dice: "Señor, tú sabes que soy inocente. Perdono de corazón a mis enemigos". ![]() El padre Pro, momentos antes de ser fusilado, extendió sus brazos en cruz. Tenía un rosario en una mano y un Crucifijo en la otra. Exclamó: "¡Viva Cristo Rey!".  | 
–"Suelte  esas pistolas o muere", le dijo el Padre. El coronel, tembloroso, soltó  las pistolas que fueron recogidas por los muchachos. –"Ahora ustedes  huyan", gritó Miguel Pro a los jóvenes. Y éstos salieron apresuradamente  a esconderse y salir luego por los subterráneos del edificio. Luego el  Padre dijo con tono picaresco: "Y usted, señor coronel, vuélvase, para  que vea con qué lo puse manos a lo alto y lo desarmé". El coronel dio  media vuelta y vio con gran humillación que el cañón frío que había  sentido con miedo en la nuca era el pico de una botella vacía. Con una  simple botella vacía había desarmado el padrecito a un coronel que  llevaba en sus manos pistolas cargadas.
Un mártir mexicano para la Iglesia
El  movimiento tenía como líder principal al P. Pro y como lema: "Viva  Cristo Rey". Así, en medio de escondites, incertidumbres, luchas, miedo,  fe, valentía, dolor..., transcurrió cerca de año y medio. El presidente  Calles lo mandó arrestar, acusándolo de haber sido responsable de un  complot y de atentados y acciones revolucionarias contra el gobierno,  siendo todo ello absolutamente falso.
Al final, para evitar que mataran a varios católicos que tenían presos, el Padre Pro se entregó a la policía,
Lo  encarcelaron y le dieron sentencia de muerte. El 23 de noviembre de  1927, camino al lugar de fusilamiento uno de los agentes le preguntó si  le perdonaba. El Padre le respondió: "No solo te perdono, sino que te estoy sumamente agradecido".  Le dijeron que expusiera su último deseo.  El Padre Pro dijo: "Yo  soy absolutamente ajeno a este asunto... Niego terminantemente haber  tenido alguna participación en el complot". "Quiero que me dejen unos  momentos para rezar y encomendarme al Señor". Se arrodilló y dijo, entre otras cosas: "Señor, Tú sabes que soy inocente. Perdono de corazón a mis enemigos".  
Antes de recibir la descarga, el P. Pro oró por sus verdugos: "Dios tenga compasión de ustedes"; y, también los bendijo: "Que Dios los bendiga". Extendió los brazos en cruz. Tenía el Rosario en una mano y el Crucifijo en la otra. Exclamó: "¡Viva Cristo Rey!". Esas fueron sus últimas palabras. Enseguida, el tiro de gracia.
Oración: Venerable  Padre Pro, que supiste vivir tu vocación en las mas difíciles  circunstancias, ayúdanos con tu intercesión a ser católicos valientes y  no ceder ante la tentaciones de este mundo. Que nuestra vida, como la  tuya, de mucho fruto para gloria de Dios y el bien de las almas.  Amén.
 
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